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Don Fadrique se burlaba de la seriedad vulgar é inmotivada, en virtud de una seriedad exquisita y superlativa; por lo cual era jocoso. Conviene advertir, no obstante, que la jocosidad de D. Fadrique rara vez tocaba en la insolencia ó en la crueldad, ni se ensañaba en daño del prójimo. Sus burlas eran benévolas y urbanas, y tenían á menudo cierto barniz de dulce melancolía.

Damas muy distinguidas organizaron sanatorios bajo la égida de la «H. D. G.», y ganaron la cruz de guerra. Los cursos para enfermeras benévolas se dan siempre en el amplio hotel cedido por la señora condesa de los Charmes, en la calle Spontini. Allí está instalado un hospital escolar, donde los peludos son cuidados y mimados.

Es el único en que hemos verdaderamente descollado, el único en el cual aún hoy florecemos... Porque yo, aunque he pasado la mayor parte de mi vida en el extranjero, amo mucho a mi patria añadió con un amago de sonrisa en tono protector. La patria, si pudiera escuchar aquellas benévolas palabras, se estremecería infaliblemente de gozo, como Venturita.

La señorita Sita Volanges, siguiendo las exhortaciones de su amiga íntima Vera Shrestenieff, se ha alistado bajo la bandera de las «Hijas de Galia», Sociedad para la educación de las enfermeras benévolas; las Hijas de Galia se cubrieron de gloria durante la guerra: instalaron ciento cuarenta hospitales en el frente; desafiaron los bombardeos; veinte enfermeras de la Sociedad fueron muertas; ciento cincuenta resultaron heridas; la Casa fué mencionada muchas veces en la orden del día.

Vaya, vaya, que es muy tarde dijo con impaciencia la señora que primero se había levantado. Empezaron á ponerse los abrigos. Paco tomó el serenero de una señora, se envolvió la cabeza con él y salió de esta traza á la tienda, donde fué recibido con risas protectoras y benévolas. Las señoras á su vez chillaban y soltaban carcajadas agudas que provocaban á reir.

Tengo verdadero placer en verle en esta casa, por donde tantos artistas eminentes han pasado y pasan todos los días. Tan benévolas palabras, pronunciadas con extraordinaria calma y firmeza, produjeron en el auditorio emoción respetuosa. Todos los rostros se volvieron hacia Mario, felicitándole con la mirada por ser objeto de ellas.

La necesidad de asistir y cuidar á esas criaturas sin vida, como bienaventuradas, y la humildad de carácter que el coto y el idiotismo han inspirado á los pacíficos habitantes del Valais, han alimentado allí las ideas piadosas, las costumbres benévolas, las tradiciones llenas de poesía religiosa, la sencillez en los gustos, la modestia en todas las aspiraciones, y cierta tendencia al ascetismo y la beatitud contemplativa, que dan á las poblaciones una fisonomía particular.

Sin duda lo conoció también Cervantes, cuando á sus invectivas añade siempre aisladas reflexiones más benévolas. «Y no tienen la culpa de esto, dice, los poetas que las componen, porque algunos hay dellos que conocen muy bien en lo que yerran, y saben extremadamente lo que deben hacer; pero como las comedias se han hecho mercadería vendible, dicen, y dicen verdad, que los representantes no se las comprarían si no fuesen de aquel jaez; y así el poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha de pagar su obra le pide; y que esto sea verdad, véase por muchas é infinitas comedias que ha compuesto un felicísimo ingenio destos reinos con tanta gala, con tanto donaire, con tan elegante verso, con tan buenas razones, con tan graves sentencias, y finalmente, tan llenas de elocución y alteza de estilo, que tiene lleno el mundo de su fama, y por acomodarse al gusto de los representantes no han llegado todas, como han llegado algunas, al punto de la perfección que requierenMás adelante exceptúa de su crítica algunas comedias de diversos autores, sin confundirlas con las demás, y las alaba por su arte y excelencia, como La Isabela, La Alexandra, La Filis, La ingratitud vengada, El mercader amante y La enemiga favorable.

Su cabeza está siempre cubierta con un vasto sombrero de plumas desmayadas, que se agitan en cadencia a cada una de las palabras que pronuncia. La fisonomía de la buena mujer es más bien simpática, sus frases son bastante benévolas y sus recetas culinarias, en las que sobresale, son exquisitas.

Una magnífica esfera geográfica, colocada al extremo del salón, parecía preguntarse cuál era su objeto y destino en semejante lugar; y en cambio, los retratos de las dos hermanas de Luis XVI, Victoria y Adelaida, damas tradicionales de Vichy, sonreían, empolvada la cabellera, rosadas y benévolas, presidiendo el certamen de frivolidad continua celebrado a honra suya.