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Si la madre de Juana hace mucho que no figura en las páginas de este relato, es porque no teníamos nada que decir que el lector no haya adivinado. Una palabra bastará, sin embargo, para llenar este vacío. La señora de Latour-Mesnil se moría poco a poco, a causa del bello casamiento que le había hecho hacer a su hija. Sufría de una afección al hígado, complicada con graves desórdenes del corazón.

El cisne, blanco, bello, dicen; suele Cantar cuando la muerte le es vecina, Que dejar esta vida no le duele, Teniéndola por triste y por maligna. Razon es, pues, mas justa se consuele El hombre racional, que

Mi permanencia en el delicado servicio que tenía a su cargo el sargento Gómez, fue la mejor escuela de la vida a cuyas aulas yo pudiera concurrir, y en ella aprendí a conocer este Buenos Aires bello y monstruoso, esta reunión informe de vicios y de virtudes, de grandezas y de miserias.

El edificio era un convento, como los que se contruían en los siglos pasados, cuando reinaban la fe y el entusiasmo: virtudes tan grades, tan bellas, tan elevadas, que por lo mismo no tienen cabida en este siglo de ideas estrechas y mezquinas; porque entonces el oro no servía para amontonarlo ni emplearlo en lucros inicuos, sino que se aplicaba a usos dignos y nobles, como que los hombres pensaban en lo grande y en lo bello, antes de pensar en lo cómodo y en lo útil.

Jamás las sacará usted de otra parte. Es preciso exclamó la joven con una especie de violencia. Además ya no tiene remedio. Este acceso no ha sido sino una sorpresa... Todo lo que es bello y todo lo que es amable... quiero odiarlo y lo odio. ¿Y por qué? gran Dios. Miróme á la cara y agregó con un gesto de dignidad y de dolor indecible: Porque soy bella y no puedo ser amada.

Lope, El Verdadero Amante, B. A. E., XXIV, 12 a. "del Real dentro en la puente." Lope, La Viuda Valenciana, B. A. E., XXIV, 73 c. Cfr. v., "dentro del tercero día." Que fuera, ojalá que fuera. Bello, Gram., 995.

Y cuando están así ¿qué hombre puede contener de los ojos una lágrima? ¿Quién no se acuerda de los tristes seres que mueren de nostalgia? ¿Qué se perdió en el seno del vacío? ¿que inquieren sus miradas? ¿mira, acaso, a las aves que se esconden del calor en las ramas? ¿Por la escala de luz de un rayo de oro retorna quizás su alma al paraíso reluciente y bello, su prístina morada?

Era simplemente una nueva galantería de Umaña que quería mostrarnos la maravilla, primero, bajo su aspecto puramente artístico, idealmente bello, para más tarde llevarnos al punto donde ese sentimiento de suave armonía que despierta el cuadro incomparable, cediera el paso a la profunda impresión de terror y que invade el alma, la sacude, se fija allí y persiste por largo tiempo. ¡Oh!, ¡por largo tiempo!

La señora de Vitré, entre sus dos criadas, vestida, como ellas, con el traje nacional, parecido al hábito de los carmelitas, tenía un aspecto tan imponente como Penélope bordando las túnicas del joven Telémaco. Gastón de Vitré, bello como una joven de veinte años, llevaba la vida ruda y activa de un noble campesino.

Eso que ama Vd. es la esencia, el aroma, lo más puro de su alma, que ha tomado una forma parecida a la mía. No, Pepita: no se divierta Vd. en atormentarme. Esto que yo amo es Vd., y Vd. tal cual es; pero es tan bello, tan limpio, tan delicado esto que yo amo, que no me explico que pase todo por los sentidos, de un modo grosero, y llegue así hasta mi mente.