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Me despierto y suspiro y vuelvo a dormirme para ensoñar hasta el día de la verdad, que el oro, capaz de tantas locuras, no podrá jamás comprar. ¡Bello río! en tu clara y brillante onda de cristal, agua vagabunda, eres un emblema del esplendor de la belleza, un emblema del corazón que no se esconde ahora, un emblema de la alegre fantasía de arte en casa de la hija del viejo Alberto.

Reynoso se acercó a las cocheras y dirigiéndose a un mozo que limpiaba un carruaje: Dile a Pedro que enganche antes de las diez para ir a buscar a la estación al señorito Tristán. Sacó luego su cronómetro. Eran las ocho. Dejó las cocheras y abriendo la gran puerta enrejada se introdujo en el parque. Bello, esmeradamente cuidado, pero no de grandes dimensiones.

Se hacía agradable a sus clientes del bello sexo con la imparcialidad de un hombre de su posición, y en todas partes era el bien venido en su calidad de doctor por derecho hereditario.

No es un espíritu dominador, creador y superior a todo o parte de la naturaleza, sino un espíritu, semejante al humano, en lo que tiene de más vulgar; astuto, travieso, grosero, cuya misma grosería no le distrae de lo que es útil y le lleva a burlarse de lo bello y de lo sublime.

Tomó, pues, su bastón, se despojó del gorro sustituyéndolo con un sombrero blanco de fieltro y sin querer que ensillaran el caballo, porque su extrema agitación le impelía á caminar, emprendió el viaje de Villoria seguido del fiel Talín. Este Talín era un perrillo de color canela, nada grande, nada bello, nada inteligente, pero más impetuoso aún y casi tan magnánimo como su amo.

Su lenguaje claro, natural y bello, y la harmonía y perfección de sus versos, contribuyen también á aumentar el mérito de ambas composiciones.

Y es un bello aderezo... muy bello... su majestad os ama mucho. No cómo pagar á su majestad... y siento, siento mucho no poder complacerla... pero mi marido me ha regalado otro aderezo. ¡Ah! ¿Conque es rico?... Os doy otra nueva enhorabuena. ¿Y seréis tan reservada respecto á vuestras galas de novia, como respecto á vuestros amores? ¡Ay, Dios mío, no!

No tendría valor, dijo Tragomer, para ver en la abyección un hombre á quien he conocido bello y brillante. ¡Cómo estará después de dos años de vida común con aquellos innobles compañeros! El carácter se rebaja pronto, el cuerpo se gasta y las malas costumbres se apoderan del hombre.

De cerca, sus bigotes engomados a la perfección no bastaban a compensar las patas de gallo y arrugas de todo linaje que le cruzaban el rostro. Era fabricante de conservas alimenticias y solterón empedernido, no porque dejase de honrar al bello sexo y tenerle en gran estima, sino porque pensaba que el matrimonio era la muerte del amor y sus ilusiones.

Tambien tenian grandes cortinas las puertas de la basílica. Aunque las paredes de las naves solian estar desnudas de todo ornato artístico, sin embargo no es probable que esta desnudez fuese regla invariable en todas las iglesias de la España goda, erigidas por un pueblo tan sensible al halago de lo bello.