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Supone el Sr. De aquí resulta que el más blando y humano de nosotros es un Calígula-Torquemada. Y que á fin de evitar que sigamos haciendo atrocidades contra los pobrecitos é inofensivos insurrectos, los Estados Unidos tienen el deber moral de reconocer la beligerancia de dichos señores que no talan, ni incendian, ni saquean, ni cometen atrocidad alguna.

Belarmino se aproximó al señor Colignon y le habló recatadamente al oído: ¿Recuerda usted que un día le dije: «ya daré, ya daré en el blancoPues ya he dado, ya he dado. La beligerancia es la madrona de la Grecia. El faraón crónico es lo más puerperal. He hallado la solera recreada. Traducido al romance: la adversidad es la madre de la sapiencia. Una crisis profunda es siempre fecunda.

No se comprenden los argumentos que se puedan alegar en los Estados Unidos para proclamar la beligerancia de los insurrectos cubanos y para excitar acaso á otras potencias á que también la declaren. No hubiera habido menos motivo para pedir ó declarar hace años la beligerancia del Tempranillo, del Chato de Benamejí ó de los Botijas.

De esperar es que nos saquen airosos de este empeño la constancia patriótica de la nación y el valor de nuestros soldados. De esperar es que se evite el conflicto con los Estados Unidos, donde, aunque proclamen la beligerancia, tal vez no se atrevan á intervenir á mano armada en favor de los insurrectos.

Ahora, por fortuna, si de algo han pecado el noble general Martínez Campos y los demás jefes y autoridades de España en Cuba, ha sido de lenidad, de espíritu de conciliación y de generosa confianza. Repito, pues, que no se comprenden los argumentos que pueden alegarse en los Estados Unidos para declarar la beligerancia de los insurrectos cubanos y para excitar á otras potencias á que la declaren.

El Senado anglo-americano, después de larga discusión, en que muchos de sus más notables individuos se han desatado en groserísimas injurias contra España, ha estimulado y autorizado al presidente Cleveland para que, en el momento que considere más oportuno, declare la beligerancia de los insurrectos.

Jadeaba con desmayo y acopiaba sus escasas fuerzas para suspirar de continuo: «Claro, claro; ¿qué duda cogeLuego, con intermitencias, como un reloj arbitrario, producía enérgicamente, al concluirse las frases del invisible conferenciante, una a manera de rítmica onomatopeya: «tris-tras, tris-tras, tris-trasCuando la voz catarrosa e incorpórea dijo, con la frialdad de una sentencia fatídica: «El sapo no factura la beligerancia, la inquisición, el pongo y quito de los comensales.

Cleveland, para que él proteste también sin que nosotros lo pidamos ó lo exijamos y para que no se prevalga de la insinuación y del permiso con que le excitan y facultan á reconocer la beligerancia.