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Beatriz se sentó en su mesa de escribir y trazó a vuela pluma estas breves líneas: «Al marqués de Pierrepont. «Todo lo que Elisa te pida, te lo pido yo también de rodillasAl día siguiente aquél, por indicación de la señora de Aymaret, presentóse en casa de ésta. La vizcondesa presentóle la carta en seguida. ¿De qué se trata? interrogó Pedro con gravedad después de haber leído.

Hasta su indiferencia, hasta su espíritu, dormido a toda ambición, podría contribuir al triunfo. Nada suele perjudicar tanto a otras muchachas, en esto de atrapar un buen casamiento, como el afán cándido y mal encubierto de atraparle. Así, pues, doña Beatriz dejaba dormir a su hermana y no procuraba despertar su ambición.

En el amor, Muñoz, hay cierto momento en que se nos revela el gran misterio... Esto sucede cuando no nos arrastra la simple pasión, cuando nuestra alma, libre de la embriaguez que turba, se para, por decirlo así, en el umbral de su propio amor. ¿Has leído "La Vita Nuova"? Dante la escribió sobre Beatriz, a la que siempre contempló desde el umbral de su gran amor idealista, y ella, antes y después que muriera, estuvo revelándole los misterios divinos.

Absorbida su atención en Beatriz, apenas se fijó en Inesita; pero a Beatriz la vió, la contempló, la estudió con una intensidad tan honda, que compensó de sobra lo breve del tiempo que duró el estudio.

Formó, pues, de la tertulia un concepto muy diferente del que doña Beatriz había formado. Aunque don Braulio había vivido casi siempre en lugares y pequeñas ciudades de provincia, y aunque en Sevilla, durante los primeros años de su matrimonio, había estado retiradísimo, sin tratar nunca con lo que llaman el gran mundo, él le concebía y le comprendía más bello de lo que ahora se le presentaba.

Yo no quiero que Beatriz me ame por caridad, ni por gratitud, ni por miedo de castigo o de venganza, por parte mía o por parte del cielo. No quiero que me ame ni en cumplimiento de un deber moral, ni por consideración a leyes dictadas por los hombres. Quiero que me ame por amor, como yo la amo. »Esto era imposible.

Era rica; a pesar de sus vanos coqueteos, su reputación se había conservado sin mancha; era de una familia no menos ilustre que el Conde; era para el Conde un excelente partido; ¿por qué no habían de casarse los dos? Era el único medio seguro que tenía Elisa de triunfar de doña Beatriz.

Para hacer de Pepita ese símbolo, esa vaporosa y etérea imagen, esa cifra y resumen de cuanto puedo amar por bajo de Dios, en Dios y subordinándolo a Dios, me la finjo muerta, como Beatriz estaba muerta cuando Dante la cantaba. Si la dejo entre los vivos, no acierto a convertirla en idea pura, y para convertirla en idea pura, la asesino en mi mente.

El verdadero dolor para Beatriz estaba en ese perturbador amor que, a pesar suyo, la siguiera a su hogar, perturbador amor que la desalentaba en todos sus propósitos emponzoñando su existencia, ilegítimo afecto de que era necesario denodadamente hacer el sacrificio. ¡Muy fácil de decir! replicó su amiga.

Creeríase que el amor que le inspiraba se iba a depurar aún más, haciéndose tan sutil como aquel que dicen le tenía a Beatriz el Dante, o el de Petrarca por Laura, que también era amor de lo más fino.