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El señorito Pepe está sano y salvo en un pueblo que lo llaman... Astirraga, Gorri... Garri... vamos, no me acuerdo; uno de esos pueblos de nombre enrevesao que dicen que los bautizó el diablo estando borracho. De modo añadió Paz, sin poder disimular la emoción que es seguro; ¿está bueno? ¿No le digo a Vd. que ha escrito él mismo? Mil gracias, joven... ya volveré.

Mejor es dijo el filosófico Arturo dar de nuevo las cartas, llamarle La Suerte y comenzar el juego otra vez. Se señaló, pues, día para el bautizo. A juzgar por la despreocupada irreverencia que reinaba en Campo Rodrigo, puede imaginarse lo que venía a significar dicha fiesta.

Dios nos buenos días. Buen viaje ¡buen pasaje! Al anochecer: Bendita sea la hora En que Dios nació; Santa María que le parió, San Juan que le bautizó. Pater noster. Ave María. Amén. Dios nos buenas noches. Buen viaje, ¡buen pasaje !

A propósito de la venida de la comisión científica, leemos en un precioso manuscrito que existe en la Biblioteca de Lima, titulado Viaje al globo de la luna, que el pueblo limeño bautizó a los ilustres marinos españoles don Jorge Juan y don Antonio de Ulloa y a los sabios franceses Gaudin y La Condamine con el sobrenombre de los caballeros del punto fijo, aludiendo a que se proponían determinar con fijeza la magnitud y figura de la tierra.

Hubo un momento en que Bonis creyó sentir los afilados dientes de su mujer en la carne del cuello. En efecto; poco después se presentaba el primo Sebastián, pálido; y a los cinco minutos Marta, muy contrariada, porque aquello podía retrasar algunos días su próximo enlace, y tal vez el bautizo eclipsara la boda.

Vuelto Rodil a su patria, lo trataron sus paisanos con especial distinción; y fué el único, de los que militaron en el Perú, a quien no aplicaron el epíteto de ayacucho con que se bautizó en España a los amigos políticos de Espartero.

Desfilaron gentes del buque: grumetes que hacían su primer viaje, fogoneros de larga navegación por los mares septentrionales que no habían estado en el hemisferio Sur. Y los encargados del bautizo extremaban sus bromas con una brutalidad confianzuda en las cabezas rapadas y los torsos desnudos de estos que eran sus compañeros.

Un hermano mío tiene la barca más hermosa de toda la matrícula; la bautizamos con el nombre de mi hija: Camila; pero la pintamos de amarillo y blanco, y el día del bautizo se le ocurrió decir a un pillo de la playa que parecía un huevo frito. ¿Querrá usted creerlo? Sólo con este apodo la conocen. Bien le interrumpí ; pero ¿y El Socarrao?

La bautizó después en un arroyo con el nombre de Bienhallado, y allí la traía, enternecido, apretando el paso, para darle pronto buena leche de las cabras del convento. Después de abrazar a los religiosos y enjugarse gruesas gotas de sudor, sacó de los bolsillos del pantalón un sobre con el sello del águila rusa. Esto es lo que le manda el general Camilloff, amigo Teodoro.

Cuando estuve el mes pasado en Cádiz en el bautizo de la hija de mi primo, me decía Churruca: «Esta alianza con Francia, y el maldito tratado de San Ildefonso, que por la astucia de Bonaparte y la debilidad de Godoy se ha convertido en tratado de subsidios, serán nuestra ruina, serán la ruina de nuestra escuadra, si Dios no lo remedia, y, por tanto, la ruina de nuestras colonias y del comercio español en América.