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Al día siguiente a la hora en que Cirilo salía de casa para la Bolsa se fue a la plaza de Oriente y dio orden al cochero de que se detuviese en las proximidades. Desde el coche estuvo vigilando hasta que vio asomar al paralítico apoyado en su bastón. El portero salió a llamar un coche de punto y le ayudó a subir a él.

Tío por aquí, tío por allá; la una le quitaba el sombrero, la otra tomaba su bastón, y las dos tiraban a un tiempo de su paleto, sonriendo ligeramente al ver el chaqué, que quedaba al descubierto, y que con sus cortos faldones dábale el aspecto de un pájaro desplumado. Las pobrecillas ya sabían vivir.

Luego miró hacia el sol con una mano sobre los ojos, para darse cuenta exacta de qué lado venía la luz, y empezó á marchar, contando sus pasos. Veinte dijo clavando en el suelo el segundo bastón. Al reunirse otra vez con los padrinos sacó una moneda, y luego de escuchar á Moreno la arrojó en alto.

Me daba vergüenza mi debilidad, pero verdaderamente dudaba de mi valor... ¡Yo no! Pero sufrir por nada, por gusto, no me parece necesario. Está dicho, se ha torcido usted un pie... ¡Bah! bastará una simple rozadura. Bien; así no tendrá usted necesidad de médico; nada más que una compresa y un bastón... Permítame usted que le ofrezca el mío; no es elegante, pero es sólido, como su dueño.

D. Augusto, a ver si la sana. ¿Qué hay, pero qué...? ¿está mala? preguntó Miquis encasquetándose el sombrero y tomando el bastón. No, señor..., , señor..., quiero decir que no está buena, aunque tampoco está enferma, porque ya se levanta. Es decir, que ha estado mala. , señor. ¿Y por qué no me avisó usted, hombre de Dios, mejor dicho, hombre de todos los demonios?

«Gozo, gozo con haber ultrajado a un hombre como usted. Todavía dijo Botín haciendo esfuerzos para reír, y golpeándose con el bastón el pie bonito , todavía tiene usted algo que agradecerme. Puede usted llevarse todo lo del niño. Mi hijo no necesita nada». Isidora corrió hacia adentro. En la cocina, Mariano dormía, reclinado sobre la mesa.

El teniente pronto se vió fuera del alcance del palo, mas el pobre don Segis, con el peso extraordinario de su pierna izquierda, se quedó rezagado, y tuvo que sufrir las caricias del bastón de Peña buen rato.

Era moreno, de aspecto jovial y atrevido, con la cabeza puntiaguda, la mandíbula cuadrada y unas orejas prominentes. Llevaba siempre en su mano derecha un bastón, con el que pegaba á sus hermanos. A la hora de las comidas se apoderaba de las porciones de los otros, amenazándoles si protestaban.

El hombre del bastón, que era al parecer quien había hablado, avanzó dos pasos por la sala y sin quitarse siquiera el sombrero, preguntó a don Mariano con tono áspero: ¿Es usted don Mariano Elorza? La mirada del anciano caballero centelleó de indignación. Ante todo, quítese usted el sombrero.

Cayó pesadamente al suelo sin decir ¡ay! Los demás huyeron. Nada; ni un gemido, ni el más leve movimiento. El bastón era realmente pesado, y yo he tenido toda la vida la manía de la gimnasia. Me apresuré, con mano temblorosa, á sacar la caja de cerillas y encendí un fósforo... No puedo describirle lo que en aquel instante pasó por .