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Aqueste Juan de Barros cierto vide Que hizo gran provecho

En cuanto al interior, más antiartístico es, aun, el aspecto que ofrecen nuestras casas modernas. Lisas paredes pintadas con medias tintas, cielos rasos en los techos, sencillísimos portajes de pino, solerías de cemento, de barros de colores ó de mármol y ... nada más.

En San Juan hace pasearse un negro vestido de clérigo; en Córdoba a nadie desea coger sino al doctor Castro Barros, con quien tiene que arreglar una cuenta; en Mendoza anda con un clérigo prisionero con sentencia de muerte, y es sentado para ser fusilado; en Atiles hace lo mismo con el cura de Alguia; en Tucumán con el prior de un convento.

De La Rioja ha salido el doctor Castro Barros, diputado al Congreso de Tucumán y canonista célebre; el general Dávila, que libertó a Copiapó del poder de los españoles en 1817; el general Ocampo, presidente de Charcas; el doctor don Gabriel Ocampo, uno de los abogados más célebres del foro argentino, y un número crecido de abogados del apellido de Ocampo, Dávila y García, que existen hoy desparramados por el territorio chileno, como varios sacerdotes de luces, entre ellos el doctor Gordillo, residente en el Huasco.

Al tiempo de marchar mandé 50 hombres de fusil y lanza, á las órdenes del teniente D. Francisco Barros y un práctico, á recojer 36 caballos, que por flacos habiamos dejado hácia el Rio de los Sauces; y á poca distancia por la costa del rio encontraron un perro de los indios y varios rastros de caballos.

Angustiéme de manera que me determiné a zamparme en un bodegón de los que están por allí. Yo que iba haciendo punta a uno, Dios que lo quiso, topo con un licenciado Flechilla, amigo mío, que venía haldeando por la calle abajo, con más barros que la cara de un sanguino y tantos rabos que parecía chirrión con sotana, pulpo graduado o mercader que cargaba para Italia.

No se fundaba, pues, la resolución de la Montálvez en aquel fracaso de su belleza, aun que coincidió con él. Ya se sabe que no estaba formada del peor de los barros posibles; que no entraba el vicio como verdadera necesidad en su naturaleza, y que, aunque la divertía ser viciosa, no la llenaba.

Con gran regularidad, causada por la de las estaciones, llevan los torrentes del ventisquero á la llanura el agua fecundante y los barros de aluvión, que provienen del enorme taller triturador que funciona incesantemente bajo el ventisquero.

Mándeme repitió la chiquilla dando brincos entre risueña y suplicante. Pues anda dijo doña Lupe, que aquel día estaba de buen humor ; si no sales te vas a caer por el balcón. Pero ven prontito... y ten cuidado de limpiarte bien los pies en los felpudos que hay en la portería, porque hay muchos barros... Mira cómo pusiste la alfombra cuando volviste de avisar al carbonero.