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Su expresión rígida, tan poco adecuada a su fisonomía fina y sonriente, se fue dulcificando poco a poco. Suspiró profundamente y me dijo con un poco de tristeza: Me creía muy amigo de usted para que me tuviera tanto tiempo privado de sus confidencias. Balbucí unas excusas sobre la incertidumbre de mi porvenir y sobre los obstáculos que hubieran podido eternizar mi noviazgo.

Pero hice un esfuerzo para sostener su mirada y lo miré con firmeza, de frente. Es la primera palabra bondadosa que me diriges, Olga dijo él. ¿Qué quieres decir con eso, Roberto? balbucí. ¿Me he mostrado desatenta para contigo? ¡Si sólo fuera desatenta! replicó él. Pero me has tratado como a un extraño, como a un intruso, me has alejado del lecho de mi mujer.

¿Será que mi cabeza descarrila, como dice algunas veces la abuela?... 29 de enero. Esta tarde, me ha sorprendido la abuela registrando el diccionario geográfico. ¿Qué buscas, Magdalena? Nada, abuela... El nombre de una población balbucí ruborizándome de un modo anormal. ¿Qué nombre? Bellefontaine murmuré ocultando esta vez la cara en el libro.

En el momento de separarnos para retirarnos cada uno a nuestro cuarto, Roberto me tomó las dos manos y me llevó a un rincón. Te agradezco, Olga dijo, y sus labios temblaban, te agradezco tu exactitud y tu cariño. Ahora se acabó nuestra correspondencia... ¡Por amor de Dios, Roberto! balbucí. ¿Qué ha pasado?

, lo concedo, y de eso tiene la culpa la educación moderna; pero, en suma, sus amigas de usted serían «dejadas por cuenta» puesto que los pretendientes que ellas aceptarían no las quieren... Pero entonces balbucí confundida, las solteronas han hecho ellas mismas su reputación... En mucha parte, afirmó la de Ribert.

Pero, en realidad, señora ¿se cree usted de esta época?... Usted, abuela, ¿comprende todos los pensamientos de su nieta? Verdaderamente no repuso la abuela confusa. Todo lo que oigo ahora es tan contrario a lo que se decía y se pensaba en mi juventud, que no puedo acostumbrarme... Esta Magdalena me trastorna. ¿Yo? balbucí sorprendida.

Balbucí algunas palabras de disculpa..., para acabar pidiendo a Luz, entre lágrimas, que no me aborreciera. » ¡Aborrecerte! exclamó la infeliz, enjugando mis ojos con sus besos , ¡siendo mi madre, y con lo que has llorado!... »No tenía derecho a pedir, más, cuando me daba lo que yo no merecía. »Después de esta escena, volvió Luz a caer en sus tristezas.

En el cambio de tono de su voz conocí que mi horrible turbación era apreciable, y como por nada del mundo habría aceptado permanecer un solo segundo más en aquella situación sin salida, balbucí algo tan fuera de razón, que me acobardé, perdí la cabeza y, atolondrado, neciamente me di a la fuga. Aquella noche deserté del salón de mi tía y me encerré en mi cuarto de miedo de ser sorprendido.

Una porción de cosas extrañas e incomprensibles; en qué pienso, en qué sueño, si me agradaría jugar con otras señoritas o si me agradaría entrar en un convento para hacerme religiosa... Y , ¿qué le respondiste? No recuerdo, balbucí. Su mirada fija y profunda me quitaba toda conciencia de misma. Debieron sorprenderle mucho tus respuestas, ¿no es cierto?

Querida abuela respondí, apoyando la cabeza en su hombro, si esas aborrecidas solteronas fuesen la causa de mi felicidad, ¿las detestarías?... No, hija mía dijo la abuela enternecida. Tu dicha es mi única preocupación... de modo que crees... balbucí confusa, , creo... ¿Ya no eres opuesta al matrimonio? Muy poquito ya... casi nada.