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Dirá usted que se le baja, porque lo tiene usted en lugar de sesos. ¡Me ha llamado usted usurero! Eso; clarito.

Está callada, callada, con la cabeza baja, con los ojos cerrados, con las hojas rotas en las manos caídas.

Ya tenía su lugar fijo en el gabinete de Barbarita, una silla baja; y lo mismo era sentarse que empezar a hacer media o a coser. Llevaba siempre consigo un gran lío o cesto de labor, calábase los anteojos, cogía las herramientas, y ya no paraba en toda la noche. Hubiera o no en las otras habitaciones gente de cumplido, ella no se movía de allí ni tenía que ver con nadie.

La niña le respondió igualmente en voz baja, con mucha amabilidad. Carmen era una niña hermosa, infinitamente más hermosa que su padre. Acababa de cumplir los diez y ocho años, y era blanca como la leche y rubia como el oro. Su madre también lo era.

El rubor no podía manifestarse en aquel rostro arrebolado por el llanto; pero su gesto, sus ojos, el tono de su voz, repelían con indignación y vergüenza la sospecha del príncipe. Siguió hablando en voz baja, apresuradamente, sin atreverse á mirarlo, como la penitente que desea terminar cuanto antes una confesión penosa.

El pobre Taboada estaría, sin duda, en aquellos momentos hablando á Olga de sus ilusiones y sus esperanzas, sin sospechar que la muerte le aguardaba en la calle. Debéis mirarlo como persona sagrada que decía el general en voz baja . ¡Únicamente en caso de que escapase!... Se trastornó todo el edificio de suposiciones elevado por mi inducción.

La tentativa fue muy débil primero, pero luego aceleró algo el paso, y, sin mencionar ninguno de los dos lo que había sucedido, la conduje por la larga avenida hasta la casa. Una vez dentro, me manifestó que era innecesario llamar a la señora Gibbons, y en voz muy baja me imploró que callase todo lo que había presenciado. Tomó mi mano entre las suyas y la retuvo.

Mientras no cesase la inmigración, cortándose la corriente continua de hombres, mientras no se estancara la población obrera de las Encartaciones, era difícil que el trabajo conquistase todos sus derechos. Aresti, con el deseo de no sufrir nuevos retrasos, redobló el paso al entrar en Labarga, caminando con la cabeza baja para no oír los llamamientos de las mujeres. Un hombre se le puso delante.

La sensibilidad ante la música no tiene para mucho más valor que la sensibilidad ante el zumo de cebolla. Si puede constituir una prueba de bondad, esta bondad no pasará nunca de ser una bondad baja y primitiva.

Poco después baja una cesta de una trampa abierta en la roca: se instala allí el viajero, y los brazos de sus amigos de arriba izan lentamente la pesada cesta, que da vueltas por el aire.