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A mi casa me voy con mi mujer y mis hijos, pues ya he cumplido, y dentro de unos días me han de dar la licencia. Pues no podrá usted quejarse, amiguito, si le tocó ir en el Rayo, navío que apenas entró en acción. Yo no estaba en el Rayo, sino en el Bahama, que sin duda fue de los barcos que mejor y por más tiempo pelearon. Ha sido apresado, y su comandante murió, si no recuerdo mal.

Señores, nos van a dar julepe por el centro. ¿Cómo pueden venir a ayudarnos el San Juan y el Bahama, que están a la cola, ni el Neptuno ni el Rayo, que están a la cabeza? Bastante haremos nosotros con defendernos como podamos. Lo que digo es que Dios nos saque bien, y nos libre de franceses por siempre jamás amén Jesús». El sol avanzaba hacia el zenit, y el enemigo estaba ya encima.

La intrepidez de los navíos españoles no tuvo más éxito que el rescate del Santa Ana, pues les cargó el tiempo y tuvieron que retroceder sin poder dar caza a los navíos ingleses que custodiaban al San Juan, al Bahama y al San Ildefonso. Aún distábamos cuatro leguas del término de nuestro viaje cuando los vimos retroceder.

Al concluir su relación, y después de contar cómo había pasado del Bahama al Santa Ana, mi compañero dio un fuerte suspiro y calló por mucho tiempo. Pero como el camino se hacía largo y pesado, yo intenté trabar de nuevo la conversación, y principié contándole lo que había visto, y, por último, mi traslado a bordo del Rayo con el joven Malespina.

Los navíos que nos habían rescatado, esto es, el Rayo, el Montañés y el San Francisco de Asís, quisieron llevar más adelante su proeza, y forzaron de vela para rescatar también al San Juan y al Bahama, que iban marinados por los ingleses.

Cuando cayó muerto nuestro querido comandante, le ocultaron para que no le viéramos; pero nadie dejó de comprender lo que había pasado, y después de una lucha desesperada sostenida por el honor de la bandera, el Bahama se rindió a los ingleses, que se lo llevarán a Gibraltar si antes no se les va a pique, como sospecho».

Las opiniones fueron diversas, y se dudaba si el buque volado era el Santa Ana, el Argonauta, el Ildefonso o el Bahama. Después se supo que había sido el francés nombrado Achilles. La expansión de los gases desparramó por mar y cielo en pedazos mil cuanto momentos antes constituía un hermoso navío con 74 cañones y 600 hombres de tripulación.

Sabía más que Merlín y que todos los doctores de la Iglesia. ¡Si había hecho un sinfín de mapas y había descubierto no qué tierras que están allá por el mismo infierno! ¡Y hombres así los mandan a una batalla para que perezcan como un grumete! Le contaré a usted lo que pasó en el Bahama.

También ha sido apresado. ¡Vive Dios! exclamó D. Alonso sin poder disimular su enojo . Apuesto a que no ha sido apresado el Nepomuceno. También lo ha sido. ¡Oh!, ¿está usted seguro de ello? ¿Y Churruca? Ha muerto contestó el inglés con tristeza. ¡Oh! ¡Ha muerto! ¡Ha muerto Churruca! exclamó mi amo con angustiosa perplejidad . Pero el Bahama se habrá salvado, el Bahama habrá vuelto ileso a Cádiz.

Quedaron apresados el Bahama, que se deshizo antes de llegar a Gibraltar; el San Ildefonso, de 74, comandante Vargas, que fue conducido a Inglaterra, y el Nepomuceno, que por muchos años permaneció en Gibraltar, conservado como un objeto de veneración o sagrada reliquia. El Santa Ana llegó felizmente a Cádiz en la misma noche en que le abandonamos.