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Se preparó silenciosa y luego siguió al aya. Al llegar a la puerta del castillo trató de consolar a Marta, diciéndole palabras alegres; pero viendo que estaba absorta en sus pensamientos melancólicos, caminó silenciosamente a su lado.

Cuando estaba sola lloraba de pena; pero delante del aya, de los criados y del hombre, lloraba de rabia. Había encontrado después del molino un bosque y lo había cruzado corriendo, cantando, y eso que tenía aún los ojos llenos de llanto, pero cantaba de miedo. Al salir del bosque había visto un prado de yerba muy verde y muy alta.... ¿Y allí estaba yo, verdad? gritó Germán. Es verdad.

Vió a Federico y corrió al castillo para avisárselo a mi madre. ¡Ay, mi buena Marta! lo que yo tendré que sufrir no es nada, me lo merezco; pero vos... Sostenedme, no puedo más, mis fuerzas me abandonan. El aya oprimió a la joven contra su pecho, y la besó con ternura, murmurando a su oído palabras de consuelo. Ven, Elena dijo la viuda tomándola del brazo , no podemos permanecer aquí.

Vivía en Loreto, una aldea, algo lejos de la ría por aquel lado, pero tocando con el mar por allá arriba, por el arenal. Vivía con una señora que se llamaba aya y doña Camila. No la quería. Aquella señora aya tenía criados y criadas y un señor que venía de noche y le daba besos a doña Camila, que le pegaba y decía: «Delante de ella no, que es muy maliciosa».

Pos venía, según relate que me jizo con aquel palabrear zalameru que siempre tuvo y a me entonteció en su día, de por esus mundus ayá; lejos, ¡muy lejos!... hasta más lejos, a veces, que la otra banda. Ya ve usté si será bien lejos. Siempre buscándose el bien vivir, y nunca dando con él.

El aya levantaba sus ojos profundos y los fijaba un instante en el grupo de los caballeros. Al fin, nuestro señorito decidióse á tomar una de las copas que aún quedaban sobre la mesa. Empezó á observarla escrupulosamente, dándole vueltas y más vueltas en la mano, haciéndola sonar con un golpe de uña y llevándola después al oído para escuchar sus vibraciones hasta que morían.

Si dais un sólo grito, os rompo la cabeza gritó el intendente fuera de . Respondedme en seguida. ¿Qué le dije al aya? ¡Oh, poca cosa, Mathys! Es cierto que le dije que Elena iba a ser llevada hoy a la casa de sanidad. No, no ha sido eso. Pero hasta le oculté el nombre del establecimiento a que va a ser llevada.

Trovador tropezó, por desgracia, lanzándome con violencia al suelo, y echando á perder mi falda, la segunda que llevo desgarrada y manchada esta semana, para mayor indignación de mi madre y dolor de Águeda, mi buena aya.... ¿Y después? preguntó ansiosamente Roger.

Un momento después entraron Paz y el aya, confundidas en un grupo con otras mujeres: dejolas pasar, y cuando se arrodillaron, avanzó hasta colocarse en lugar propicio para poder mirarla a su sabor, sin ser visto.

JIMENO. Y aún su aya aseguró que en el silencio de la noche había oído varias veces que andaba alguien en su habitación, y que una legión de brujas jugaban con el niño a la pelota, sacudiéndole furiosas contra la pared. FERRANDO. ¡Qué horror! Yo me hubiera muerto de miedo.