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Tan luego como entramos en una ciudad que desconocemos del todo, y un cuarto de hora despues de establecernos en un hotel, salimos á la calle, y sin guias, sin commissionnaires, solos completamente, avanzamos en la direccion que mas nos place.

Por otra parte, el que tenía la llave de la cadena de la lancha era un señor que vivia en la primera casa de Izarte. Este señor estará ahora en la playa. Idos por el arenal y lo encontraréis. Avanzamos por la playa de las Animas. Primero encontramos un hombre alto, rojo, con patillas cortas, a quien explicamos lo que nos pasaba y que no pareció entendernos.

Una vez posesionados del camino, seguimos adelante; pero los caballos franceses corrían a todo escape, y la infantería se puso en salvo por las veredas, dispersándose a un lado y otro de la carretera. Sobre las diez nos detuvimos, y, puestas en orden las columnas, avanzamos despacio, porque recelábamos de ser atacados por una división entera.

Dicha expedicion era á costo; y costas del referido Cornejo, por haberlo así prometido al Soberano, salvo á mi su Capellan, que venia sin pré alguno. Salimos, pues, del astillero citado, á medio acabar el barco, y caminando por dicho Rio de Ledesma, por espacio de treinta dias, avanzamos tan solo tres leguas de camino por lo pobre de sus aguas, é igual pobreza de peones.

Habíamos tomado tan al pie de la letra la orden de no hacer ruido, que avanzamos despacio y silenciosamente con el alma en suspenso, los ojos atentamente fijos en el último término del terreno hacia la izquierda, punto donde se había trabado la acción.

Smiles y yo oímos la conversación; al dejar de distinguirse las dos voces, Smiles me dijo: No han encontrado nada. Es indudable. No supe si alegrarme o entristecerme; no habiendo encontrado el tesoro, nos buscarían con más ahinco. Al hacerse de noche salimos de nuestro escondrijo, y, metiéndonos en la arena hasta la cintura, avanzamos por la playa. ¿Con qué objeto? No teníamos ninguno.

Tristán el piloto no quería que entabláramos combate; pues aunque hubiéramos vencido al último, estando armados como estábamos y ellos no, hubiese sido a costa de mucha gente. Avanzamos Arraitz y yo; todo el mundo dormía, y el barco navegaba a la ventura. A pesar de esto, Nissen no había abandonado el timón. Nos extrañó tanto silencio.

Avanzamos lentamente arrastrándonos bajo las ramas; luego, tendidos sobre el vientre, apoyando la cabeza en nuestras manos, dirigimos nuestra mirada hacia el vacío. Las paredes del pozo circular, ennegrecidas á trozos por la humedad que destila la roca, descienden verticalmente; apenas si algún pequeño saliente se insinúa fuera del plano de los muros de piedra.

La naturaleza cambia lentamente, a medida que avanzamos: al principio, el río, ancho y majestuoso, corre entre orillas de un verde intenso, pero la vegetación, si bien tupida y exuberante, no alcanza las proporciones con que empieza a presentarse a nuestros ojos. A la izquierda, vemos el cuadro inimitable de la Sierra Nevada, que, cruzando el Estado de Magdalena, va a extinguirse cerca del mar.

Pero nosotros vamos río abajo, inertes y sin fuerzas; si avanzamos, es por la corriente, no por nuestro vigor, mientras otros pueblos más fuertes nadan y nadan, alejándose cada vez más. ¿En qué hemos contribuido a este progreso? ¿Dónde están nuestras manifestaciones de vida moderna?