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Por último, los dependientes, que frecuentaban el estanco, habían puesto a Cristeta al corriente de quiénes eran los autores de las más de las obras que tenía leídas: así que la chica, merced a lo céntrico del sitio y a la mucha gente que allí entraba, llegó a conocer de vista y por sus nombres a casi todos los actores y poetas dramáticos y cómicos de Madrid.

Por eso determinaron publicar un perdon para los autores de estos delitos, en tanto que los míseros judíos amedrentados con el popular tumulto, i temerosos de las iras de la plebe, no se determinaban á salir á las calles, i ya pensaban en cristianarse para salvar las vidas i haciendas del odio i de la ambicion del pueblo.

Desde los comienzos del siglo XV aparecen ya artistas de cuyas obras se tiene más conocimiento, y algunas se conservan, aunque sea dificilísimo precisar el nombre de sus autores.

La inclinación de Tirso á la sátira se ostenta hasta en los títulos de sus comedias, llamando á algunas de ellas comedias sin fama, para burlarse de los empresarios de teatros y de los libreros, que apellidaban famosas hasta á las de los autores más inferiores.

Con lo cual se volvió á embarcar, llevando consigo á Francisco Ruiz, Juan Galan y Hernandez, autores de las infames muertes de los indios.

Y, en efecto, en cuanto floreció el teatro español aparecieron también colecciones de esta especie, según indicamos ya en el tomo anterior, y, entre ellas, los dos volúmenes de comedias de autores valencianos, perteneciendo también á la misma época el volumen III y V de las de Lope.

Maltrana acabó por cansarse de esta tertulia. Además, los genios le mostraban cierta ojeriza por las bromas de mala ley que se permitía su cultura, inventando libros y autores y declarando a última hora su superchería, cuando todos se «habían caído» afirmando conocer la obra y dando detalles de sus bellezas y defectos. Un amigo de la tertulia quiso protegerle. Aquí no vienen mas que currinches.

Cuando, en algún escaparate, yo veo un libro mío entre los libros de otros autores españoles, tengo la sensación de encontrarme en una sala de hospital esperando, con mis compañeros de dolor, la visita de alguna señora vieja que no sepa en qué matar el tiempo.

No he de negar yo por esto que, en todas las edades del mundo y en todas las naciones cultas, la mayoría de los autores de obras de entretenimiento se han propuesto al escribirlas no sólo entretener, sino también enseñar. La novela y el drama han sido para ellos docentes.

De cuantos autores han escrito sobre el amor, sólo a Safo rechaza; de cuantas tierras han sido teatro de aventuras eróticas, sólo muestra horror a Lesbos; de cuantas ciudades fueron en el mundo aniquiladas, sólo le parece justa la destrucción de Sodoma; y es tal y tan ferviente su adoración a la mujer, que, atraído por todas con igual intensidad, aun ignora cuál sea su tipo favorito, si el de la bacante desnuda, voluptuosa y medio ebria, que convirtió en lechos de placer los montones de heno recién segado, o el de la virgen cristiana que entregaba el cuerpo a la voracidad de las bestias antes que acceder a sentirlo profanado por caricias de paganos.