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»El doctor, que parece leer por arte de magia en lo más hondo de su corazón, la comprendió en el acto y levantándose dijo: » Amaury, permanecerás aquí con Magdalena sin separarte de ella, ¿verdad? Yo tengo que ausentarme por un par de horas. Prométeme no abandonarla hasta que yo vuelva. » Váyase usted confiado. No la dejaré. »El señor de Avrigny dio un beso a su hija y salió del aposento.

Así las cosas, corrían los días y las semanas, y el empleo deseado no venía. En verdad que la idea de alejarme de Villaverde no me halagaba. No sólo me detenía en la budística ciudad el amor de los míos, no; cuando me ocurría que acaso sería preciso ausentarme, pensaba yo con tristeza en Angelina.

Mary, casi niña; yo, casi viejo, y teniendo que ausentarme continuamente. Mis amores comenzaban mal. De la Compañía de vapores de Bilbao a Liverpool, pasé a otra de tras-atlánticos de la línea de Burdeos a Buenos Aires. El corto tiempo que tenía licencia lo aprovechaba para llegar a Lúzaro y ver a mi madre y a Mary. Mary iba acomodándose a la vida sedentaria, y comenzaba a trabajar de modista.

Déjeme usted... Se ríen de , porque desbarro mucho... Tiempo hacía que no me daba esto; pero lo veo venir, lo veo venir... Ya, ya me entra, y no lo puedo remediar. Tendré que ausentarme, para que no se burlen de . Porque me pongo perdido... Me pongo como si bebiera mucho aguardiente, y ya ve usted que no lo cato... no lo cato, créamelo usted, caballero.

Después siguieron tres días en que estuve sin noticias, tres días de tortura y de fiebre; al fin llegó el telegrama de mi cuñado: «Marta dio luz varón con felicidad. Te reclama, ven prontoCon el telegrama en la mano corrí en busca de mi patrona y le pedí permiso para ausentarme por el tiempo necesario. Ella me lo negó.

General, voy a ausentarme de Estrelsau por algunos días. Todas las noches le enviaré a usted un mensajero. Si durante tres días consecutivos no recibe usted noticias mías, publicará un decreto que dejaré en su poder, privando al Duque del Gobierno de Estrelsau y nombrándolo a usted en su lugar.

Toma el calmante que voy a recetar; cuando te acuestes, una horchata, y por la mañana, leche de burra y dirigiéndose al duque : mi obligación me fuerza, mal que me pese, a ausentarme, señor duque. Y volviendo a recomendar a su mujer el sosiego y el reposo, Stein se retiró, haciendo al duque un profundo saludo. El duque, sentado enfrente de María, la miró largo tiempo.