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Aunque usted diga y jure y perjure.... Julián, esto hay que remediarlo. ¿Cómo voy a vivir de esta manera? ¡Ya me debía usted avisar antes! Si el chiquillo y la mujer no salen de aquí, yo me volveré loca. Estoy enferma; estas cosas me hacen daño..., daño.

Cuando hubieron comido según sus deseos, empezaron á levantarse de las sillas y á cambiar de asiento y postura, formando pequeños grupos, retrayéndose las parejas enamoradas á los rincones para charlar más á su gusto. Pero seguían cambiándose entre unos y otros, aunque á distancia, las mismas guasas picantes. Se charlaba, se gritaba, se reía cada vez con mayor ruido y regocijo.

Allá lo veremos, mi señor don Alejandro, porque todo se andará. Voy por de pronto a satisfacer la curiosidad de Nieves en cuatro palabras, porque siendo, aunque inmerecidamente, tan íntimo amigo de su padre, no está bien que sea un hombre desconocido para ella... Tanto como eso, no, señor don Claudio. Es un decir; y vamos allá.

Mas era preciso que obedeciese Delaberge al mandato administrativo; la hostelera no se había engañado nunca a misma y pensaba que algún día la había de abandonar y, aunque suspirando hondamente, al fin se resignó. Una semana después el guarda general se marchó a París, no sin sentir en el fondo de su espíritu como una vaga liberación.

A no me gustan los colores claros. ¡Ah! mira: aquí tienes y escondía algo con las dos manos cerradas detrás de su espalda , aquí tienes, y no te lo vas a quitar nunca, aunque se nos enoje doña Andrea. Cierra los ojos.

No querría sino que este mozo se volviese y me dejase; quizá con no velle y con la gran distancia del camino que llevamos se me aliviaría la pena que ahora llevo, aunque decir que este remedio que me imagino me ha de aprovechar bien poco.

¡Ah, ah! ¿Le conocéis? dijo el licenciado Sarmiento ¿y además decís que ese hombre os ha causado perjuicios? ¡Perjuicios! ¡Dios sólo sabe lo que ese infame ha hecho conmigo! Aunque yo no os hubiera encontrado sobre el cadáver y con la daga en la mano, y á tales horas y en tal noche, las palabras que acabáis de decir y que demuestran que sois enemigo del muerto, bastan para llevaros á la horca.

La general llevaba orden de ir á Cabo de Palos; caminaron todo aquel día y la noche con viento próspero; después se les volvió el tiempo de manera que vinieron á descaecer á los Secos de los Querquenes, donde surgieron, aunque no todas, que algunas habían perdido la Real por un mal temporal que duró poco.

Al fin la reina Isabel, aunque su corazon compasivo i lleno de bondad le estorbaba consentir en el establecimiento del bárbaro tribunal, vino á ser vencida de las instancias de su avariento esposo, i de toda la frailería domínica que al cebo del interés andaba desalada, husmeando los nombres de aquellos judíos conversos que mas fama tenian de ricos, i no viendo la hora en que facultados por el rei deberian hacer presa en los haberes de tantos desdichados que para su mal habian nacido en aquel calamitoso siglo.

Ibitupue habló de esta manera, Aunque hecho botija y grande cuero: "Metidos en la fuerte Cordillera, Ni Rey, ni Roque hay, por muy guerrero Que sea, que nos pueda echar afuera: Yo solo, con un solo compañero, Me atrevo á defender siempre la entrada, Aunque venga el Perú de mano armada."