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Pero ni aun tuvo tiempo de reposar en la vengativa injuria, o más bien lamentable engaño de doña Guiomar, porque esta, apenas hubo dicho sus últimas palabras, tan últimas, que necesidad no tuvo, ni deseo ni pensamiento de decir ni una sola más, y de poner por obra lo que su desesperación la hacía sentir, que era librarse del peso de su pobre y atormentada existencia, echó mano tan rápida y tan inopinadamente a la espada de Cervantes, que antes de que él pudiese evitarlo la desenvainó, y haciéndose atrás, ante Cervantes quedose inmóvil y muda, mirándole como ojos humanos no han mirado jamás a criatura.

Brindo, señores, finalmente, por lo que es primero en nuestro corazón, por la Patria; por la independencia y por la República, por esta Patria cuyas grandezas todos anhelamos; por que no la veamos de nuevo atormentada por la miseria y por el sufrimiento, sino llena de luz vestida de laureles y coronada por la civilización.

Y con saberlo el Conde, sabría su delito y su oprobio, y se presentaría como juez severo e irritado, y con una sola palabra de desprecio la mataría. La Condesa, atormentada por su conciencia a par que anonadada por el miedo que tenía al Conde, deseaba la muerte para descansar, y sin embargo, ansiaba vivir, y singularmente sobrevivir a su marido.

Mi desgracia data del día en que llegamos aquí. Cuando lo vi reñir con su madre, que una voz me gritaba: «¡Tuya es la culpaCuando de día en día lo vi ponerse más sombrío y más triste, me repetía nuevamente en el fondo del corazón: «¡Tuya es la culpaDurante la noche me quedaba despierta a su lado, atormentada por este pensamiento: «¿Por qué estás tan triste y tan melancólica, por qué no sabes sino arrojarte en sus brazos llorando, y sufrir doblemente cuando lo ves sufrir

No merecía otro nombre su amor. En aquel espíritu ardiente, despótico, atormentado, no había entrado jamás la ternura; ignoraba por completo las cosas deliciosas y poéticas que ennoblecen la pasión y la hacen perdonable. Su vida se había deslizado en una agitación insana, atormentada por el deseo de ser feliz a toda costa.

Telva, asombrada, la siguió unos instantes con la vista: luego se encaminó hacia el pueblo atormentada por la curiosidad. Justamente cuando pasaba por delante de la casa del tío Goro salía éste y su esposa acompañando á una señora. Telva se dirigió resueltamente á ellos y los saludó. ¿Han tenido ustedes alguna desgracia, tía Felicia? preguntó viendo á ésta con los ojos hinchados de llorar.

Me encuentro en medio de los bramidos de una costa atormentada por la resaca, y tengo en la mano granos de arena de oro. ¡Cuán poco es! ¡Y cómo se deslizan a través de mis dedos hacia el abismo, mientras lloro, mientras lloro! ¡Dios mío, ¿no puedo retenerlos en un nudo más seguro? ¡Dios mío!, ¿no podré salvar uno solo del cruel vacío? ¿Todo lo que vemos o nos parece no es otra cosa que un ensueño en un ensueño?

Mientras padecía corporalmente, con el alma corroída y atormentada por alguna causa tenebrosa, y entregado por completo á las maquinaciones de su más mortal enemigo, el Reverendo Sr. Dimmesdale había ido alcanzado una brillante popularidad en su sagrado ministerio. En gran parte la obtuvo seguramente merced á sus padecimientos.

«Y , linda mocosa, ¿no comes? añadió la vieja . ¿O es que te has vuelto tan pava y tan persona decente que no te gustan estos guisos ordinarios? Vamos, que para otro día te pondré alas de ángel... Se conoce que allá en el Tomelloso se estila mucha finura». Isidora no contestó. Parecía que estaba atormentada de una idea.

El 25 de Octubre, asistimos al último baile, en un castillo situado cerca del Pavol. Esa noche fui con un vestido azul celeste; estaba extraordinariamente linda y tuve un éxito loco. Tan loco, que en la semana siguiente fui pedida por cinco. Pero yo estaba intranquila, febril, atormentada, y contra mi costumbre, no me gocé en el delirio que causaba mi belleza.