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Después de un largo lapso de espera, comenzó a escucharse, a través de las tablas de la alhacena, cavada a medio grueso en el muro divisorio, el rumor de los que iban penetrando en la estancia vecina. No había rendija alguna por donde se pudiese atisbar; pero Ramiro y el Canónigo reconocían fácilmente a los congregados, aun cuando todos bajaban la voz con evidente cautela.

Una tarde de fines de agosto, el escudero vino a decirle que Gonzalo, el mayor de los hermanos, se paseaba en compañía de Beatriz bajo los árboles. Ramiro fuese a mirar por entre los setos. Largo tiempo pasó ocupado en atisbar, por distintos parajes, el vecino jardín. De pronto, un calofrío, anterior a toda idea, le corrió por el cuerpo. Volvió a mirar.

Con la agradable idea de jugarlo me dirigí temprano al club, a las dos de la tarde, para atisbar la primera partida e iniciarme cuanto antes. Iba tan satisfecho como el adolescente que estrena su primer reloj de oro, o, más bien, como el alférez que se pone, en día de parada, su primer traje de gala. ¡Oh día inolvidable!

Un rumor de celosías resonó junto a él y, antes de que pudiera admirar la blancura de un brazo, cargado de brazaletes, que asomó entre las maderas, una flor, un rojo y ancho clavel, golpeole con viveza en el rostro. Ramiro se acercó a atisbar por la abertura. No se veía sino la hueca lobreguez de una estancia.

¡Caray si pinta! contestó don Adrián sobándose mucho el codo ; y hasta creo que bien, por lo que he logrado atisbar yo y lo poco que lo entiendo... Pero aguarden ustedes, que es posible que tenga alguna cosilla de esas en el cartapacio de su atril, donde suele guardar las recién acabadas...

Las ardillas se apresuraron a ganar las ramas más altas para atisbar desde allí en seguridad, y los arrendajos, tendiendo las alas, revoloteaban a la delantera, como postillones, hasta que alcanzamos los arrabales de Sandy-Bar y la solitaria cabaña del director de la ceremonia. Visto aquel lugar, aun en circunstancias más placenteras, no hubiese sido un lugar risueño.

Ansiaba verla, aunque fuese de lejos, y llevada de esta querencia, se llegó a la calle de la Lechuga para atisbar a distancia discreta si la familia estaba en vías de mudanza, o se había mudado ya. ¡Qué a tiempo llegó! Hallábase en la puerta el carro, y los mozos metían trastos en él con la bárbara presteza que emplean en esta operación.