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Aterrorizada la ciudad, al tener noticia de que llegaba el Neron del Norte, todo el mundo se disponia á salir, dejando sus casas en manos del saqueo, de la profanacion y de la barbarie. He dicho todo el mundo, y esto no es exacto.

Al acercarse divisaron todos un punto negro que se cernía á grande altura, y que muy pronto conocieron era un milano en seguimiento de su víctima. Aterrorizada la cigüeña llegó á unos cien pasos de los arqueros y el ave de rapiña empezó á trazar pequeños círculos, como si se preparase á caer sobre ella, cuando el ballestero, apuntando rápidamente, atravesó con su dardo á la pobre cigüeña.

Extravagantes imaginaciones, honda y taladrante recordación del fin, que obligan a la pobre carne aterrorizada, y al ánimo conturbado, a refugiarse en la idealidad consoladora de un misticismo.

«¡Diez mil reales! murmuró Rosalía mirando al suelo y contando las sílabas como si fueran monedas . Con la quinta parte tendría yo bastante». Diga usted; D. Francisco... indicó Milagros con animación, dando a entender que el bendito Bringas debía de tener ahorros. ¡Cállese usted por Dios! Si mi marido supiera... replicó la otra aterrorizada . Estas cosas le sacan de quicio. ¿Y Cándida?...

Herminia, aterrorizada por la necesidad de sostener la conversación desde lo alto del terraplén, contestó con las primeras palabras que vinieron á su mente y que, naturalmente, fueron las que respondían mejor á sus íntimos sentimientos: ¡Ah! señor, buen susto nos ha dado usted.... y fuimos muy dichosas cuando tuvimos certeza de que no estaba usted gravemente herido.

Hay cosas absurdas que tienen toda la apariencia de un legítimo razonamiento: Salí afuera con la lámpara en una mano y la escopeta en la otra, exactamente como para buscar a una rata aterrorizada, que me daría perfecta holgura para colocar la luz en el suelo y matarla en el extremo de un horcón. Recorrí los corredores.

Aquel bestia no le permitía que me viera y hablara sin estar él presente, y ella, delante de él, apenas alzaba del suelo los ojos; tan aterrorizada la tenía. Una noche, según me contó la patrona, la quiso matar el muy bruto. ¿Sabes por qué?, porque me había mirado. Así lo decía él... Me puedes creer, como esta es noche, que Fortunata no me inspiraba sino lástima.

Sin embargo, todos mis pensamientos estaban concentrados en un dulce amor perdido, y en ese arrogante y vulgar individuo que, con sus amenazas y desprecios, la tenía sometida a su irresistible y oculto poder. ¿Por qué había huido aterrorizada de ? ¿Por qué se había cometido ese cobarde e ingenioso atentado contra mi vida?

Lo haré, , lo haré le aseguró en voz enronquecida, en una voz de una mujer eminentemente desesperada, aterrorizada, temerosa de ver descubierto algún terrible secreto suyo. ¡Ah! exclamó con desprecio, encogiendo el labio, una vez me trataste con desdén, porque te considerabas una gran dama, pero yo voy ahora a vengarme, como vas a verlo.

Pero no es posible que mi padre me haya dejado en las manos de ese demonio, de ese individuo cuyo solo nombre es sinónimo de todo lo que implica brutalidad, astucia y maldad. ¡No puede ser cierto... debe haber algún error, señor Greenwood... debe haberlo! ¡Ah! usted no conoce como yo la reputación de ese inglés tuerto, porque si la conociera, preferiría antes verme muerta que asociada a él. ¡Debe salvarme! gritó aterrorizada, estallando en un torrente de lágrimas.