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Con estas palabras reanimó el valor de sus amigos. Al cabo lograron rechazar á los de Entralgo hacia el camino de Villoria. Así como un león confiado en sus garras se precipita sobre un rebaño de bueyes y desgarra á uno y á otro y á todos los aterra, del mismo modo Toribión, lleno del sentimiento de su fuerza, se abandona á todo su furor con el palo en la mano.

1076 Cuando la tormenta brama, el mar, que todo lo encierra, canta de un modo que aterra, corno si el mundo temblara: parece que se quejara de que lo estreche la tierra. MARTÍN FIERRO 1077 toda tu sabiduría has de mostrar esta vez; ganarás sólo que estés en baca con algún Santo. La noche tiene su canto, y me has de decir cuál es.

Una mirada de Doña Blanca le confunde y aterra; una palabra de enojo de aquella terrible mujer hace que tiemble D. Valentín como un azogado. De suerte que Doña Blanca es quien ha decidido el casamiento de Clara con D. Casimiro. , tío; en esa casa Doña Blanca es quien lo decide todo. Ella manda y los demás obedecen. No se atreven á respirar sin su licencia.

¡Del mundano vivír, cuanto me aterra compartír la dorada falsedad! ¡Cómo me ahoga el lodo de la tierra! ¡Cómo mancha su negra suciedad! Condor, dame tus alas: necesito volar cómo tu vuelas, ¡oh cóndor! Tengo sed de beberme el infinito en un vuelo sin fin, libertador. ¡Mas ay! ¿a qué volar? El alma impura cautiva del dolor tiene que ser.

Desvanécense entonces las ofensivas sospechas del Marqués; alégrase de su desengaño, y ofrece su mano á la encantadora Princesa. Especial energía desenvuelve Guillén de Castro en lo trágico, en la pintura de pasiones poderosas y violentas, en lo que conmueve y nos aterra, como en los afectos tiernos y dulces.

Las oficinas han sido el tronco en que se han injertado las ramas históricas, y de ellas han salido amigos el noble tronado y el plebeyo ensoberbecido por un título universitario; y de amigos, pronto han pasado a parientes. Esta confusión es un bien, y gracias a ella no nos aterra el contagio de la guerra social, porque tenemos ya en la masa de la sangre un socialismo atenuado e inofensivo.

375 yo que allá los caciques amparan a los cristianos, y que los tratan de cuando se van por su gusto. ¡A qué andar pasando sustos-! Alcemos el poncho y vamos. 376 En la cruzada hay peligros, pero ni aun esto me aterra: yo ruedo sobre la tierra arrastrao por mi destino; y si erramos el camino- no es el primero que lo erra.

Ese dinero que los atrae a todos con una tentación tan fuerte; ese dinero lo aterra a él, y lo desespera... porque no es como los demás, porque... Cuidado, querida, si os engañarais... ¡Oh! no, no, yo, no me engaño.

Aterra y maravilla el pensar en los misterios de vida, de organismo mineral, que se agitan bajo la inmobilidad aparente de esas neveras allá en las profundidades insondables de los abismos subheláneos. Es de notarse que, así como la vegetacion alpestre y andina difiere enteramente, las neveras de los Alpes no tienen semejanza de composicion y vitalidad con los nevados de los Andes.

Lucha tenaz; mi espíritu se aterra, y en vano busca el insoluble arcano tras de el que en pos, el pensamiento humano, riñe consigo mismo cruda guerra. ¡Dios! ¡Un tiempo tirano de la tierra! ¡Terrible agitador del Occeano que sumerge azotándola inhumano la pobre nave que en su seno encierra!