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Parece imposible que haya mujeres tan insensatas; parece imposible que de tal manera malversen el caudal que deben al cielo. Quieren darse interés menospreciándose; quieren ataviarse y deslumbrarnos, cubriéndose de harapos y de girones. ¡Cuánto más valdrian las mujeres, cuán diferente seria el mundo, si se comprendiera y se practicara la moral de esas cuatro líneas!

A los dos años de vivir así, se la vio renunciar por completo a vestirse y ataviarse como manda la moda que se atavíen las señoras. Adoptó el traje liso de merino negro, el manto, pañolón oscuro cuando hacía frío, y unos zapatones de paño holgados y feos. Tal había de ser su empaque en todo el resto de sus días.

Tenían que ataviarse y estar prontas antes del , que se tomaría temprano, y que debía animarles para el baile. Cuando la señorita Nancy entró, hubo por toda la casa un murmullo de voces, que se confundió con el ruido de un violín que estaba preludiando en la cocina. Pero la llegada de los Lammeter tenía evidentemente tan preocupadas a las gentes, que se asomaron a la ventana para verles llegar.

Su hermosura es a la vez angélica y perturbadora. Tiene del cirio el candor y la llama. Sus grandes ojos, que arden con misteriosa fiebre, van encendiendo, a pesar suyo, súbitas pasiones en el corazón de ricos y virtuosos caballeros. Su madre quiere casarla, y la obliga a ataviarse como las otras doncellas; pero Rosa pone en cada gala una oculta mortificación.

Entre tanto, la hermosa doña Ana, sola, porque siguiendo los consejos del bufón, había despedido á sus criados; aterrada, porque la situación en que se encontraba, teniendo en las habitaciones inferiores el cadáver, cosido á puñaladas, del sargento mayor, no era para menos; halagando la sola esperanza de que el rey, á quien esperaba por anuncio de Montiño, enamorada de él, la salvaría, ocupábase en acabar de ataviarse de una manera magnífica, porque, aunque según lo convenido, debía recibir al rey á obscuras, por el tacto, lo mismo que por la vista, se aprecian las buenas telas y las ricas alhajas, y en echar esencias en sus cabellos y en procurarse por todos los medios parecer hermosa sin luz.

Si en semejantes dias los indígenas de los pueblos interiores se contentan con ataviarse grotescamente y llevar sobre sus personas los variados plumages de los pájaros de sus florestas, sin beber otra cosa que la chicha, líquido fermentado, hecho de yucas, el cual ni es muy fuerte ni pernicioso, no sucede así con los naturales de Caupolican, que vestidos con igual estravagancia hacen uso del aguardiente, ocasionándoles esta bebida grandes gastos al mismo tiempo que la pérdida de su salud.