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Ataron a Lescoët a una escala de cuerdas, los brazos en alto y el cuerpo desnudo hasta la cintura. Estamos dispuestos dijo Zeli. Kernok hizo un signo, y la cuerda silbó y resonó sobre la espalda de Lescoët. Hasta el sexto golpe se comportó muy decorosamente; no se oía más que una especie de gemido sordo que acompañaba cada zurriagazo.

La sangre corría con tal abundancia, á pesar de los pañuelos que le ataron, que en breve se hizo un charco á su alrededor. Los niños, á cierta distancia, contemplaban con ojos de espanto y dolor la muerte de su fiel amigo. La respiración del Canelo era cada vez más fatigosa y anhelante: después se fué poco á poco amortiguando, escuchándose un estertor débil y profundo. Se le vidriaron los ojos.

Y ellos respondieron: A prender a Sansón hemos subido, para hacerle como él nos ha hecho. Y Sansón les respondió: Juradme que vosotros no me mataréis. Entonces le ataron con dos cuerdas nuevas, y le hicieron venir de la peña.

¡Atadlos! dijo Luschía, el aldeano de la pipa. Sacaron a la calle un tambor de regimiento y un cesto, y a los dos viejos los ataron. ¿Qué es lo que han hecho? preguntó Martín a uno de la partida que llevaba una boina a rayas. Que son traidores contestó éste. El uno era un maestro de escuela y el otro un expartidario de la guerrilla del Cura.

Avanzaron con esta confianza hasta cerca de la puerta del Mercadal; y enfrente del cementerio, hacia la carretera de Logroño, sujetaron entre dos piedras el palo y ataron en su punta el pañuelo blanco. Hecho esto, volvieron deprisa al punto por donde habían subido. La cuerda seguía en el mismo sitio. Amanecía. Desde allá arriba se veía una enorme extensión de campo.

Echando pie á tierra los jinetes, ataron sus caballos á la cerca y apenas tomaron por el sendero que á la casa conducía se detuvieron atónitos, contemplándose en silencio, presa de profunda emoción.

21 Mas los filisteos echaron mano de él, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas de hierro, para que moliese en la cárcel. 22 Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado.

El recién llegado se acercó al prisionero y le interrogó detenidamente. Después hizo señas a sus compañeros para que se levantaran en seguida, arrojando al fuego ramas resinosas que llevaban consigo. Cuando hubieron encendido una inmensa hoguera, se arrojaron sobre el prisionero y le ataron las manos a la espalda. Van a asarlo dijo Cornelio.

Llegáronse a él, que libre y seguro de tal acontecimiento dormía, y, asiéndole fuertemente, le ataron muy bien las manos y los pies, de modo que, cuando él despertó con sobresalto, no pudo menearse, ni hacer otra cosa más que admirarse y suspenderse de ver delante de tan estraños visajes; y luego dio en la cuenta de lo que su continua y desvariada imaginación le representaba, y se creyó que todas aquellas figuras eran fantasmas de aquel encantado castillo, y que, sin duda alguna, ya estaba encantado, pues no se podía menear ni defender: todo a punto como había pensado que sucedería el cura, trazador desta máquina.

21 Y ataron el pectoral de sus anillos a los anillos del efod con un cordón de cárdeno, para que estuviese sobre el cinto del mismo efod, y no se apartase el pectoral del efod; como el SE