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Su almacén estaba cerrado y defendido contra los ataques posibles de los revoltosos por numerosa policía. Hop-Sing me recibió con su habitual e imperturbable tranquilidad, pero, según me pareció, con mayor gravedad que de ordinario. Con el mayor silencio, me tomó de la mano y me condujo al fondo de la habitación y de allí por las escaleras al sótano.

Ahora me horroriza la idea de la calle.... ¡Oh, no, por Dios... no! por Dios me dejen. Y juntaba las manos y se exaltaba; y Frígilis tenía que callar. Ocho días había estado Ana entre la vida y la muerte, un mes entero en el lecho sin salir del peligro, dos meses convaleciente, padeciendo ataques nerviosos de formas extrañas, que a ella misma le parecían enfermedades nuevas cada vez.

Todo no puede ser uniforme, igual, gris. Los ataques de los jóvenes de ahora son la reacción natural de los elogios excesivos que los viejos se han fabricado durante veinte años.

Cuando le leyeron a don Francisco la relación de la lucida fiesta, el buen señor no cesaba de repetir: «¡Quién sería el bobo, quién sería el bobo...!». Los primeros días después del sarao, Milagros parecía muy satisfecha. Paulatinamente su contento amenguaba, y hacia el 20 podríais notar en ella súbitos ataques de tristeza.

Fortaleza federal de primer órden, Rastadt es en la hermosa llanura del Rin un puesto avanzado en prevision de los ataques de Francia; pero el buen sentido hace comprender á los Alemanes que en realidad sus fortalezas sirven mas contra ellos que contra el enemigo. En 1848 el pueblo se insurreccionó en Rastadt y atacó á la guarnicion en la fortaleza.

Pero ¿podría compararse nuestra montaña, anciano testigo de otras edades, á un volcán, monte que apenas nació ayer y que aún no ha sufrido los ataques del tiempo?

Su mayor pena, su disgusto más hondo consistía en ver a su propio hijo participar de las ideas nuevas y sentarse como diputado en los bancos de una minoría liberal apoyando las que él llamaba soluciones avanzadas, y al pobre viejo le parecían herejías contra lo más santo y ataques a lo más respetable.

Tal igualdad en la destreza les desesperaba, les enardecía, constituía el verdadero incentivo de su incesante pelear. Mientras ellos batallaban á solas, nuestra vivaracha Flora se veía de nuevo expuesta á los ataques insidiosos de la vieja Rosenda.

Si le habla de esos ataques interrumpió el doctor , usted hubiera querido quedarse allí. ¿Y quién puede impedirme hacer lo que quiera? Si ahora mismo quisiera apearme del trineo, ¿no podría hacerlo?... He perdonado a Juan Claudio, y estoy arrepentida... ¡Oh, mamá Lefèvre!, ¿y si muere mientras usted dice eso? murmuró Luisa.

Ambos marchaban despacio, porque la cojera del Rey exigía un lento y cauteloso modo de sentar los pies. Cristina hablaba poco de negocios políticos, y hacía pronósticos alegres sobre la salud de su marido. La gota, según ella decía, iba cediendo, y era de esperar que en el próximo invierno no hubiese ataques fuertes.