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Bajo y robusto uno de ellos, con una cabeza redonda como bala de cañón, áspero bigote gris y pequeños ojos azules. El otro era joven, esbelto, de mediana estatura, moreno y de distinguido porte. Desde luego me pareció el primero un veterano y el otro un joven noble, pero también soldado. Más tarde tuve ocasión de ver confirmado mi juicio.

Reginaldo y yo nos habíamos quedado completamente confundidos y mudos en presencia de aquello. Al principio creí que estaba viviendo en un mundo encantado de leyendas y romances, pero cuando un momento después el áspero capuchino me recordó lo pasado, mi asombro fue ilimitado. ¡El secreto de Burton Blair estaba descubierto... y era mío!

Y fue que hallándose departiendo el marqués y el general, momentos antes de sentarse a la mesa, y paseándose a lo largo del salón contiguo al comedor, y estando la porfía en lo más candente, es decir, sosteniendo el segundo que todas las desventuras de España procedían de la incapacidad y de los desaciertos del ministro de la Guerra y de todos sus antecesores, y templando el primero sus crudezas con reposadas y campanudas reflexiones sobre el necesario «concurso de las fuerzas vitales del país» y «el engranaje de la máquina gubernamental», de pronto le faltó la palabra precisa; valiose de otra menos propia y muy mal pronunciada; esparciese sobre el sonrosado color de su rostro un tinte lívido; lanzó un áspero quejido por su boca, que se torcía por momentos, y reviré los ojos; y a no haberle recibido el general entre sus brazos, hubiera dado el pobre marqués con su oronda humanidad en el santo suelo.

Mira hacia arriba, y le espanta el camino que aun falta; mira hacia abajo, y le asusta el espectáculo del combate. Y mientras el trabajo recorre el áspero camino paso a paso, ya animoso, ya desfallecido, hay afortunado que, de un golpe de ala, llega a la cima, y desde lo alto ríe desdeñosamente de aquel que pretende subir arrastrándose como la culebra, y le apostrofa y le insulta.

La justicia te ha puesto donde debieran estar todos los charlatanes. Lázaro estaba cada vez más confuso. Aquellas palabras, dichas cuando, más que reprensiones, necesitaba consuelo, concluyeron de abatirle. Representósele el carácter de su tío como el más áspero é inflexible que existía en la Naturaleza.

Loco de ira, Ramiro quiso abrirse paso entre la espinosa malla; pero no pudo lograrlo, y un destemplado gemido, un gemido áspero, terrible, brotó de su pecho. Gonzalo y Beatriz se levantaron y huyeron.

No veía más que las figuras de barro crudo que se agitaban con gresca infernal en medio del áspero bullicio de las cribas cilíndricas, pulverizando el agua y humedeciendo el polvo.

Se les veía moverse; pero no se oían sus pasos sobre el áspero suelo nevado, ni alteraban el silencio de la Naturaleza, que parecía haber enmudecido de repente por respeto a lo que estaba pasando allí, otros ruidos que algún murmurio de tarde en tarde, como de rezo coreado, y el tañido constante de la campana de la iglesia, repetido ya por el débil tintineo de una campanilla de monago que aún no había surgido de la oscuridad.

No si mi inclinacion hacia todos los débiles y proscritos del mundo me dominaba; pero sentía mas simpatía por los judíos, italianos y moros que por los ingleses mismos y los españoles. Y sinembargo, nada hay que haga resaltar tanto como ese áspero peñón de Gibraltar la gloria relativa de las libres instituciones y las costumbres hospitalarias del pueblo inglés.

En general el lenguaje es allí un patuá de sonidos vigorosos, áspero, y en extremo acentuado, muy expansivo y libre, y en muchas palabras duro hasta lastimar los tímpanos. Algunas de sus frases, entre las pocas que pude entender, me parecieron de una energía enteramente oriental y de una singular sencillez.