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39 y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas; Estos recibirán mayor juicio. 41 Y estando sentado Jesús delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. 42 Y como vino una viuda pobre, echó dos centavos, que es un cuadrante.

Indudablemente había ocurrido una desgracia. Y cuando todos, con un pesimismo contagioso, daban por segura la catástrofe, se produjo un movimiento general hacia la borda que enfrentaba al muelle. ¡Ya llegaban!... Salieron de la Avenida los tres automóviles a toda velocidad, y una vez junto a la verja, saltaron de sus asientos los pasajeros, yendo a todo correr hacia el buque.

Las descripciones de muchos asuntos alegóricos, como este último, confirman el concepto de que no se describen cuadros, y además en ninguno de los asientos se mencionan colores de trajes, fondos de oro y otros pormenores, que, seguramente no habría omitido D. Fernando tratándose de cuadros. ¿Dónde ha ido á parar tan singular riqueza, preguntará al lector?

El amplio corral entre el cuerpo de la plaza y el muro de las dependencias estaba lleno de público que antes de ocupar sus asientos quería ver de cerca a los toreros.

Era día de gran fiesta, y no sólo los canónigos y beneficiados estaban en sus asientos, sino los sacerdotes de la capilla de los Reyes y los prebendades de la capilla Mozárabe, las dos pequeñas iglesias que vivían aparte, con tradicional autonomía, dentro de la catedral de Toledo. Luna vio en medio del coro a su amigo el maestro de capilla, con sobrepelliz rizada, moviendo una pequeña batuta.

Las sillas de hierro, asientos sometidos á pago, servían de refugio á varias señoras cargadas de paquetes, burguesas de los alrededores de París que esperaban á otros individuos de su familia para tomar el tren en la Gare Saint-Lazare... Y Julio había propuesto en una carta neumática el encontrarse como en otros tiempos en este lugar, por considerarlo poco frecuentado.

Aquí llegó Eduardo de Fontano, El año sobre mil y los quinientos De ochenta con mas dos, con viento sano, Mas no supo de pueblos ni de asientos: Que si acaso supiera el luterano Que allí habia poblados y cimientos, Sin duda en pesadumbre nos pusiera, Que habia el aparejo en gran manera.

Los camareros de los cafés trincaban los grandes toldos como si fuesen el velamen de un buque. Se aproximaba el mistral, y cada dueño de establecimiento ordenaba la maniobra para hacer frente al helado huracán que vuelca mesas, arrebata asientos y se lleva todo lo que no está asegurado con marinos amarres. Creyó ver Ferragut en la famosa avenida marsellesa una antesala de Salónica.

Se conversaba apresuradamente. Todos los ojos estaban sobre ella. ¿Quién es? ¿Quién es? Las mujeres no la celebraban, se erguían en sus asientos para verla; movían rápidamente el abanico, cuchicheaban a su sombra con su compañera; se volvían a mirarla otra vez. Los hombres, sentían en como una rienda rota; y algunos, como un ala. Hablaban con desusada animación. Se juntaban en corrillos.

El rey subió a un estrado más alto que los asientos de los demás; la princesa tenía su silla en un escalón más bajo, y miraba con susto a aquel hominicaco que le iban a dar para marido. Meñique, sereno como una rosa, abrió su gran saco de cuero, metió el mango en el pico, lo puso en el lugar que marcó el rey, y le dijo: «¡Cava, pico, cava