United States or Finland ? Vote for the TOP Country of the Week !


Excelentemente educada, por otra parte, era incapaz de adoptar una resolución extrema sin antes consultar a sus padres. De unos seis meses acá, se veía constantemente asediada muy de cerca por el apuesto notario y por Ayvaz-Bey, el corpulento turco de veinticinco años de edad, a quien hemos dicho que designaban con el remoquete de Tranquilo.

La tierna esposa, entre tanto, queda en la soledad y en el abandono, y si a menudo se ve asediada por los pretendientes, imita a Penélope y aun se le adelanta, pues al cabo su marido, ni fue a pasar trabajos y a aventurar la vida en la guerra de Troya, ni de fijo, salvo raras y laudables excepciones, se muestra más fosco y zahareño que Ulises con las Circes y Calipsos que en mesones, hosterías, fondas y otras partes se le aparecen.

Yo creo que estás perfectamente equivocado, Lorenzo, porque, ¿cómo no ha de haber influido la educación en ella como en toda persona? ¿Para conducirse honesta y virtuosa en la situación de ella?... ¿Asediada sin duda, a cada paso por individuos de toda condición? ¿Con veinte años y la libertad de que ha debido gozar?... ¡Bah!... ¡eso no lo hace la educación! ¡Vaya si lo hace!

Dicen también que después que los turcos se me llegaron, salí menos veces de las que debiera, y éstos, si se hallaron allí, se acuerdan mal, ó si no lo estuvieron, están mal informados, porque ultra de lo que creo yo que ninguna tierra que haya asediada y combatida ha echado tantas veces gente fuera ni con mejor orden, no se deben acordar que siempre que la eché volvieron huyendo con pérdida, é de que una vez que entre las otras, estando los turcos combatiéndonos las galeras, por disturbarlas y parescerme que se les podía hacer algún daño en aquella conjunctura, mandé á dos capitanes que con 300 soldados españoles é italianos saliesen asaltar las trincheas de los enemigos por la parte del Poniente, é que no solamente lo hicieran, pero que después de salidos, sin pasar del foso ni hacer ningún efecto, se volvieron al fuerte huyendo, y de que muchos que la quise echar, teniéndola á puncto é para salir, se iban las propias centinelas á dar aviso á los turcos; y también se les debe de haber olvidado que se me fueron á los turcos más de 1.000 hombres, de su propia voluntad, así por la mucha sed como por flaqueza de ánimo, é que no había hora ninguna de las del día ó noche que los enemigos no supiesen ni fuesen avisados de los nuestros propios de lo que dentro del fuerte se hacía, sin haber bastado remedio ninguno á que pudiese dejar de ser, buscando los que fueron posibles, porque para este particular tuve guardia, y porque de la mesma que mandaba poner se me iban, hice echar un bando que cualquier soldado que matase ó prendiese al fugitivo se le darían seis escudos al que le trujese vivo y cuatro al que le matase, y esto se observó y cumplió; y mandé hacer justicia de muchos que se huían, sin haber perdonado á ninguno.

Así, por ejemplo, decía: «No basta saber regular nuestras acciones externas: sería necesario poder guiar el pensamiento íntimo.» ¿Quería decir con estas palabras que, libre y sola, se sentía, a su pesar, asediada por persuasiones tentadoras a las cuales sin embargo sabía resistir? ¿Y no era harto natural que así fuera?

Y bien... , le amo... le he visto galán, apasionado, respetuoso, valiente; me ha acompañado anoche por calles obscuras, lloviendo, teniéndome en su poder, y ha sido un modelo de caballeros... me ha obedecido... después, cuando ha venido á palacio á traer esas cartas que había arrancado á don Rodrigo... cuando le vi... cuando en su semblante conmovido adiviné un parecido vago con una ilustre persona... de que no podía darme cuenta... en fin, padre Aliaga... no ... yo me he visto asediada, acaso más que por otra cosa, por mi fama de esquiva, por lo más ilustre, por lo más noble, por lo más hermoso de la corte... el mismo rey... os lo digo, porque lo sabéis... me ha solicitado... ni á los grandes que me han querido para esposa, ni al rey que me ha ofendido pretendiendo hacerme su entretenimiento, he dado ni el más ligero motivo de esperanza; y no me ha costado trabajo, no: porque yo no he amado... hasta ahora... porque yo, para disponer de , no miraré jamás mi conveniencia, sino mi voluntad, mi corazón.

Evidentemente mi cariño no estaba completo: le faltaba uno de los tributos del amor, no el más peligroso, pero el más feo. La vi asediada y me acerqué a ella. en torno mío frases que me abrasaban: sentía celos. Nunca se confiesa estar celoso; sin embargo, no eran aquéllas sensaciones que pudiera yo confundir.

Don Juan tomó posesión del cuarto inmediato al de Cristeta. Un conquistador principiante o adocenado, hubiera incurrido en la inexperiencia de ir aquella misma noche al teatro de la villa en busca de la mujer asediada, para demostrarle su amor haciendo valer la presteza del viaje. Don Juan, con maquiavélica sagacidad, no se dejó ver.