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En el mes de Junio de aquel mismo año, el Gobierno, que anhelaba celebrar el primer aniversario del asalto de la Bastilla y comprendía que los trabajos de demolición estaban muy atrasados, invitó al pueblo á tomar parte en ellos.

Mas, apenas se vio en el campo, cuando le asaltó un pensamiento terrible, y tal, que por poco le hiciera dejar la comenzada empresa; y fue que le vino a la memoria que no era armado caballero, y que, conforme a ley de caballería, ni podía ni debía tomar armas con ningún caballero; y, puesto que lo fuera, había de llevar armas blancas, como novel caballero, sin empresa en el escudo, hasta que por su esfuerzo la ganase.

Todos estos Capitanes se señalaron esta jornada como buenos soldados en todo lo que se les encomendó. Este mesmo día esperábamos que diesen asalto al fuerte, porque estaban los turcos en arma con demostración de querer arremeter.

Miraba Antonio Spinola desde su capitana el combate, y viendo su gente rendida, desesperado de poder hacer algun buen efecto con sola la que tenia en tierra, acudió con su persona, y con cuatrocientos caballos á dar calor al asalto. Llegó á las murallas, conociendo el daño de cerca, y tanta gente muerta. Quisiera no haberse empeñado, animó á los suyos, y acometieron con valor.

Un destacamento de la Guardia gubernamental, llegando en auxilio de la policía, libró al gigante del asalto de la muchedumbre. Al fin se encontró el medio de que todos pudieran contemplar al Hombre-Montaña sin que el desfile se cortase y sin que el templo de los rayos negros se viera abandonado por primera vez desde su fundación.

Pues peor; la gente de guerra cree que las mujeres se toman como las murallas, al asalto... mudemos de conversación... Mudemos... ¿Hace mucho tiempo que habéis venido á Madrid? dijo la Dorotea, procurando mostrarse completamente olvidada de la conversación anterior. Vine ayer. ¡Ayer! , señora, ayer por la tarde. ¿Y no habéis estado otra vez en Madrid? Nunca, señora. Es decir... ¿Qué?...

Al reparar en aquellos dos blasones, una sospecha tremenda asaltó la imaginación de Juan Montiño: ¿Sería la tapada que se amparó de la reina?

No están tan despiertos en aquella casa dijo don Cleofás donde está echando una escala aquel caballero que, al parecer, da asalto al cuarto y a la honra del que vive en él; que no es buena señal, habiendo escaleras dentro, querer entrar por las de fuera.

En esto los capitanes y soldados arriba nombrados, que se hallaban en el caballero de Gonzaga, pensando que los turcos querían dar el asalto, comenzaron á tocar arma y tiraron arcabuzazos y poner en orden las minas de fuego y otras cosas que tenían hechas para su defensa, y del caballero de la Cerda les dieron voces que no tirasen, porque estaba ya arbolada la bandera de paz.

Estos, le prodigan á cada momento ó sendos latigazos ó pesados bofetones que truenan sobre él como un cañonazo. Aquello es un eterno asalto. El mismo Gironde, empujado por las brisas terrestres, por los torrentes de los Pirineos, combate por momentos á ese portero del paso, como si fuera responsable de los obstáculos que le opone el Océano.