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Empleada así hasta la última gota, la fuente no va á perderse en el arroyo y en el desierto: sus límites son los del oasis mismo; donde crecen los últimos arbustos, allí acaban las últimas arterias del agua, absorbida por las raíces para transformarla en savia. ¡Extraño contraste el de las cosas!

Música del sol, habitante de las alturas, poeta del follaje, se nutre únicamente con el vino de la Naturaleza, con la savia que circula por las arterias de los árboles. La cigarra no ha ido nunca en la realidad al encuentro de la hormiga. La ignora ó huye de ella como de un enano grosero y maléfico. Es la hormiga la que la busca y la acecha para aprovecharse de su trabajo.

Percibía las palpitaciones del corazón de su novio; su fuerza, su frecuencia, el fluir tumultuoso de la sangre en las arterias, entonaban, para ella, un himno sagrado y triunfante. Presentía cuánto ideal y generosa energía llevaría, por el don de misma, a la vida de su amado. Era cierto: Juan aprisionaba su sueño entre sus brazos; tenía estrechada contra su pecho a la mujer únicamente amada.

Mas Julián no veía el alba, no veía cosa ninguna.... Es decir, veía esas luces que enciende en nuestro cerebro la alteración de la sangre, esas estrellitas violadas, verdosas, carmesíes, color de azufre, que vibran sin alumbrar; que percibimos confundidas con el zumbar de los oídos y el ruido de péndulo gigante de las arterias, próximas a romperse.... Sentíase desvanecer y morir; sus labios no pronunciaban ya frases, sino un murmullo, que todavía conservaba tonillo de oración.

Si usted me lo permitiese, querido Valleumbroso, yo quisiera una vez estar a su lado en el instante de componer para hacer sobre usted algunas experiencias científicas. Cuando usted guste replicó el mosquito, rojo de placer. Tengo la seguridad de encontrar la insensibilidad dolorífica en mayor o menor grado y la irregularidad del pulso engendrada por el impulso convulsivo de las arterias...

Mientras tanto, mi asociado y yo hacemos con gran economía los canales secundarios y las demás arterias que han de fecundar nuestras tierras estériles; y el día en que el dique esté terminado y las aguas lleguen á nuestras tierras... Se detuvo Robledo, sonriendo con modestia.

Es de creer que, al contrario, Amaury escuchábale demasiado bien, pues el rostro se le encendía como si le caldeasen ondas de fuego, lo cual hacía presumir que cada palabra de las que había oído repercutía dolorosamente en su corazón. Taciturno y sombrío, ensimismose de modo que sentía latir su corazón y le zumbaban los oídos al circular la sangre en impetuosa carrera por las arterias cerebrales.

Recelo y desconfianza inútiles y que nunca me salvaron del egoísmo y de las arterías de amigos y extraños. Me creía yo persona de experiencia, conocedor del mundo, y descubría a todos mi corazón, a nadie ocultaba yo mis sentimientos, y así era yo víctima de todos. Confieso que el buen servidor con sus burlas y fisgas me hizo rabiar muchas veces.