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La anciana vino a verme, me arropó y se estuvo acariciándome hasta que me quedé dormida. A la mañana, apenas abrí los ojos, pregunté por mi madre. Me dijeron que estaba en el cielo. La anciana me lavó, me vistió, y me dió el desayuno.

Cornias dijo que ; y Nieves bajó la cabeza, estremeciose, y se arropó con el impermeable. Estaba pálida como un lirio, casi amoratada; chorreábale el agua por cabellos y vestido, y había una verdadera laguna en el suelo de la cámara; porque Leto, por su parte, era una esponja inagotable, de pies a cabeza.

Clara se arropó; apoyóse en una gran piedra sillar que allí había, y, con el alma agotada ya, miró al cielo buscando la luna, una estrella, cualquier cosa que no fuera negra y horrible, cualquier cosa que no hubiera visto aquella noche en otra parte; pero no vió ni estrella ni luna: tan sólo allá abajo, en la dirección del puente y en el horizonte que tras la otra orilla del Manzanares se dibuja, vió una lumbre rojiza, esa claridad violenta de encendido color, que es en noches tempestuosas como una fiebre del cielo.

Entonces el alemán bajó a su camarote a proa, y volvió prontamente trayendo una almohada, un cobertor y un capote de bayetón. Con estos auxilios hizo una especie de cama, acostó en ella a los niños y los arropó con el mayor esmero.

Dormía yo con ella, y recuerdo que ardía en calentura, que su cuerpo quemaba como una brasa. Despertaba yo a media noche, y decía yo: ¡Mamá! ¡Mamá! Y no contestaba, permanecía como muerta. Una vez, viendo que no me respondía, me eché a llorar.... Entonces mi mamá volvió en , y me arropó diciendo cosas que yo no entendí, cosas muy raras. Papá me ha contado que mi madre tenía tifo.

La criatura, sorprendida y asustada por el brusco movimiento, interrumpida en su diversión, rompió en llanto desconsolado y repentino; y su madre, sin hacerle caso, entró corriendo tras el biombo, la echó en la cuna, y medio la arropó, volviendo a salir inmediatamente.

No... qué vergüenza.... Jesús, mi Dios.... Ana querida, no la avises. ¡Qué remedio, mujer! ¿Sigue eso? Sigue... ¡infeliz de , que nunca yo naciese! Acuéstate sobre la cama.... Con su viveza ratonil, Ana arropó a la paciente, y ya se dirigía a la puerta, cuando una quebrantada voz la llamó.

Pues lo primero es no tener horror a la muerte, que es la puerta, estar siempre mirándola, y prepararse para salir por ella cuando llegue la hora feliz de la liberación. Fortunata se arropó bien, porque le había entrado más frío. ¡Ay qué miedo tan grande!

Y se sentó en un sillón, se arropó en un abrigo de pieles que se había puesto y esperó que la doncella cumpliese sus órdenes. Poco después se abrió aquella misma puerta, y entró el sargento mayor don Juan de Guzmán, que, sin quitarse el sombrero, adelantó hasta cerca de la dama, y deteniéndose á poca distancia de ella y permaneciendo de pie, la dijo: Nos sucede mejor de lo que queríamos, Ana.

Maxi se echó en su cama; su mujer le arropó bien, y cerrando las maderas, fue a la cocina a hacer un . Allí tropezó con doña Lupe, que le dijo: «Primero es el café. Ya lo están esperando. Ayúdame, y luego harás el para tu marido. Lo que él necesita más es descanso». La sobremesa fue larga.