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¡Vamos, vamos, Kimble; no os apresuréis tanto! dijo el squire . Dejad a los jóvenes las oportunidades de triunfar. Aquí está mi hijo Godfrey que os arrojará el guante si os apoderáis de la señorita Nancy.

Oh, si el destino crudo de no me apartara, Si de los patrios lares ¡ay Dios! no me arrojara, Mi porvenir entero se cifraría en ! Porque al mirar tu rostro tan cándido y divino Veo que mi destino se liga á tu destino; Veo que para amarte tan solo yo nací.

Y rápidamente, sin tomar aliento, como si arrojara lejos de un peso asfixiante, disparó las pretensiones de doña Manuela, aquella demanda de quince mil pesetas, cantidad necesaria para salvar la honra de la familia. Y bien, muchacho: ¿qué es lo que quieres decirme con todo esto? Que usted... como hermano... como tío mío que es, podía....

Cubierta la nueva línea con cuatro guardias, y obligando á los poseedores hagan sus establecimientos en los intermedios de aquellas, y tengan necesariamente en su estancia cuatro armas de chispa è igual número de blancas, quedará no todo resguardada de los insultos de los infieles tan hermosa campaña, sino que se les arrojará insensiblemente del otro lado del Tandil.

Y el viejo, con el bigote un tanto erizado y los mongólicos ojos echando chispas, se movía y braceaba furioso, como si arrojara su indignación a la cara de un ser invisible.

Y sin embargo, hubo público bobalicón que llamara a la escena al asesino poeta y que, en vez de tirarle los bancos a la cabeza, le arrojara coronitas de laurel hechizo. Verdad es que, por esos tiempos, no era yo el único malaventurado que con fenomenales producciones desacreditaba el teatro nacional, ilustrado por las buenas comedias de Pardo y de Segura.

Guardad esos fieros para las mujeres y para los rapaces, que a no se me asusta con ellos. ¡Sacrílegos! Vendrá Don Juan Manuel y os arrojará de esta casa que estáis profanando con vuestras concupiscencias. ¡Un rayo me parta! ¡Me da el corazón que hoy ceno lengua de clérigo! DON FARRUQUI

El perro del mayordomo del marqués era su enemigo desde hacía largo tiempo. No podía pasar por delante del palacio, fuese de día ó de noche, sin que se arrojara sobre él como un tigre hircano. En otro tiempo habían sido amigos. Sin saber por qué, de la noche á la mañana la amistad se trocó en aborrecimiento. Este cambio brusco, inesperado, le llenó de asombro y dolor.

No bien arrojara Peñálvez la última palada de tierra sobre el cuerpo todavía caliente del comisario, díjole el Chucro: Ahora cavá otro pozo para enterrarte vos mismo. Tan alelado sentíase Peñálvez, que no le extrañó esta nueva orden. Como en un sueño doloroso y febril, obedeció a su destino, y, pocos pasos más lejos, púsose a cavar la otra fosa...

Son imprudentes, créamelo, pues si alguna vez la vergüenza pública me arrojara en sus brazos le despreciaría de tal modo, que aplastaría su corazón. , aun cuando fuese tan duro, tan helado como estas piedras, yo le sacaría sangre... yo le haría brotar lágrimas. Señorita dije con toda la calma de que pude disponer le suplico que se recobre, que vuelva á la razón.