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Julita R *, una jovencita muy linda, que tampoco inspiraba simpatías a la altiva dama, había sido arrojada de casa de los señores de M * por haberla hallado encerrada en el cuarto del primogénito, un chico de quince años". Estas y otras noticias del mismo jaez dejábalas caer el gallardo mancebo de sus labios con cierta displicencia cómica que despertaba el buen humor de la bella.

Era una chaqueta blanca arrojada con descuido, y que causaba en el joven la misma impresión de esos rostros que siendo amigos tardan mucho en reconocerse. Llevóse la mano a la frente como si fuera a arañarse con cruel impulso, y sus ojos se dilataron con espanto.

Hasta aquí he vivido arrojada de mi casa, de mi posición, privada de mi verdadero nombre. Si no se me restituye lo que desde que nací me pertenece, nada quiero. Pido justicia, no limosna». La marquesa no creyó deber prolongar un coloquio de aquella especie. Las últimas palabras de Isidora tocaban en la insolencia.

Creyó ésta que venían a pedirle limosna o ayuda para alguna obra de caridad, como a veces acontecía, y mandó que entrase el recién llegado. A los pocos instantes, en el gabinete, alegre y claro como un día hermoso, apareció la severa figura de Tirso, cuyos manteos semejaron enorme mancha negra arrojada sobre la alfombra blanquecina y los muebles de matices pálidos.

En las minas, y en las fábricas que las rodean, hay trabajo para los niños en cuanto pueden sostener en la cabeza un cesto con un poco de tierra. Los ochavos que ganan así los hijos de los pobres son en Matalerejo la semilla de la avaricia arrojada en aquellos corazones tiernos: semilla de metal que se incrusta en las entrañas y jamás se arranca de allí.

La testigo misma se lo había aconsejado para que se librase de una beata tan insufrible. ¿Y no es cierto preguntó el defensor que un mes, poco más o menos, después del regreso de Palencia, la querellante se presentó una noche en casa de mi defendido, y que fue arrojada por él de allí? , señor. Explique cómo ha sido.

Frente a la puerta, a pocos pasos de la ventana, estaba la cama. La sobrecama arrojada a los pies formaba un montón blanco detrás del cual brillaba la línea rubia de las trenzas de Olga; también se alcanzaba a ver una parte de la frente, que resaltaba tan blanca como la sábana.

¡Si me lo querrá usted decir a ! exclamó el buey Apis resollando por la herida. Y contó al gobernador, con todos sus pormenores, la historia del nombramiento de camarera y la escena de la carta arrojada al fuego, que había ya hecho desternillar de risa, en las narices mismas del ministro, a todos sus compañeros de gabinete.

De posada en posada, arrojada de todas poco después de haber entrado, metiéndose en la cama para que le lavasen la única camisa que tenía, el calzado roto, los pantalones con hilachas por debajo, sin cortarse el pelo y sin afeitarse, rodó Juan por Madrid no cuánto tiempo. Pretendió, por medio de uno de los huéspedes que tuvo, más compasivo que los demás, la plaza de pianista en un café.

El duque, ciego de cólera, puso la mano en la empuñadura de su espada: el duque de Uceda permaneció inmóvil. Ved de escucharme á sangre fría dijo ; reparad en que causaría gran escándalo que vos me maltratáseis aquí en las altas horas de la noche, casa de esa mujer. Y señaló á doña Ana, que continuaba llorando arrojada en un sillón.