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Sale una muger armada, con un escudo en el brazo izquierdo, y una lancilla en la mano, que significa la GUERRA, trae consigo á la ENFERMEDAD, arrimada á una muleta, y rodeada de paños la cabeza, con una mascara amarilla, y la HAMBRE saldrá vestida con una ropa de bocací amarillo, y una mascara amarilla ó descolorida: pueden estas figuras hacellas hombres, pues llevan mascaras.

Pues arrimada á tal ofrecimiento Crecerá desde hoy mas mi confianza, Creciendo en vuestros pechos ardimiento, Y del viejo vivir nueva mudanza; Vuestras promesas no se lleve el viento, Hacedlas verdaderas con la lanza, Que las mias saldran tan verdaderas Quanto fuere el valor de vuestras veras. Dos Numantinos con seguro vienen A darte, Cipion, una embaxada. Porqué no llegan ya? en qué se detienen?

Esopo es más viejo y va no menos andrajoso: forma toda su vestimenta, un sayo pardo raído y polvoriento: lleva una mano metida en el pecho, y en la otra arrimada a la cadera, sostiene un voluminoso pergamino. Lo mismo tienen estos dos de griegos y filósofos, que Marte, Mercurio y Argos, de deidades olímpicas: es decir, nada.

Al subir los escalones del peristilo del museo del Louvre y descubrir al final de larga sala, arrimada a un cortinaje rojo, sola sobre su pedestal la célebre Venus de Milo, sintiose poseído de una emoción indefinible: las piernas quisieron doblársele, y si no le detuviese el temor al ridículo, hubiera caído de rodillas ante la majestad de la diosa, a semejanza de los marinos griegos, que al arribar a la costa de Milo se apresuraban a rendir adoración a la hermosa Aphrodita.

Esto iba a responderle yo al mismo tiempo que me acercaba a su cama con Lita y Mari-Pepa, hechas un mar de lágrimas, mientras quedaba Facia arrimada a la pared del fondo con los brazos cruzados, la cabeza inclinada sobre el pecho y los ojos, secos, entristecidos e inmóviles, clavados en la faz cadavérica de su amo, cuando éste volvió a exclamar, pero con un brío inconcebible en su estado miserable: ¡Sabas! ¡Sabas!...

Al frente, tras un bello pórtico de bambúes con cortinas de muselina bordada, estaba su lecho. Antes, esto es, entre la puerta desde donde yo observaba y el pórtico de la alcoba, había un espacio cuadrado, y en su parte media, una mesa arrimada a la pared. Sobre la mesa había una lámpara con bomba de cristal opaca que esparcía una luz velada a poca distancia.

¡Brrr!... hice, cerrando la puerta y escapando tan rápidamente como me lo permitían mis cansadas piernas. Y, una vez en mi aposento encendí mi buena y hermosa lámpara de trabajo, que me sonreía como el sol. Ahí estaba, arrimada contra la pared, mi vieja cama estrecha, con sus montantes rojos, su jergón gris y su piel de ciervo raída... ¡Ah señores! ¡qué consuelo sentí al verla!

Antes de subir a caballo, Ricardo y Lorenzo permanecieron un largo rato contemplando a las gallinas que, ante la sola perspectiva de la noche aunque remota, se entregaban al laborioso trajín de buscar ubicación en las ramas de los árboles, sobre las ruedas de los carros, en lo más alto de una escalera de mano arrimada a la pared y que parecía ofrecer el mejor sitio para pasar la noche, de tal modo se agitaban por conquistarla, discutiendo visiblemente en nerviosos cacareos a que el respectivo gallo ponía término con picotazos que parecían al mismo tiempo caricia y reproche, traducible así: «¡Estáte quieta

, era la escena misma, tal cual se la había figurado él.... Nucha de pie, pero arrimada a la pared, con el rostro desencajado de espanto, los ojos no ya vagos sino llenos de extravío mortal; enfrente su marido, blandiendo un arma enorme.... Julián se arrojó entre los dos.... Nucha volvió a chillar.... ¡Ay!, ¡ay! ¡Qué hace usted! ¡Que se escapa... que se escapa!

Afortunadamente, aparecióseme de pronto una hada vieja, hilando en cuclillas arrimada al quicio de su puerta, le expuse mi deseo, y como aquella hada era muy poderosa, no necesitó más que levantar la rueca, y alzose al punto ante , como por arte de magia, el convento de las huérfanas.