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Cero, trescientos diez y ocho... Hazme el favor de alcanzarme las Tablas de resistencias... aquel libro rojo... MÁXIMO. Más arriba. ELECTRA. Ya, ya...¡qué tonta! MÁXIMO. Es maravilloso que en tan poco tiempo conozcas mis libros y el lugar que ocupan. ELECTRA. No dirás que no lo he puesto todo muy arregladito. MÁXIMO. ¡Gracias a Dios que veo en mi estudio la limpieza y el orden!

Pero V. es otra cosa, coronel; V. es un hombre de mundo, menos arregladito que Hojeda, y puede hacer feliz a cualquier muchacha. Ya lo oye V., D. Facundo dijo el coronel. Los hombres arregladitos no pueden hacer felices a las muchachas. No, hombre, no; no quiero decir eso manifestó doña Martina riendo...

Cuando iban visitas a la casa la enseñaba como una cosa rara, sonándola y dando a probar el peso, para que todos se pasmaran de lo arregladito y previsor que era el niño. «Esto se llama formalidad. Hay pocos chicos que sean así...».

En los días siguientes Olmedo confirmó esta buena opinión, hablándole con vivos encarecimientos de la formalidad de aquel chico y de lo muy arregladito que era. Quedó convenido entre Fortunata y su protector tomar un cuarto que estaba desalquilado en la misma casa. Aceptaba ella todo sin entusiasmo ni ilusión alguna, más bien por probar.

En casa de los Hijos de Rotondo me han dado unas veinticinco varas de Bareges, muy arregladito... Me ha dicho la de San Salomó que el Bareges se llevará mucho este verano. Francamente, los Mozambiques me apestan ya... Pues ... arreglaré ese vestido con una sencillez verdaderamente pastoril. Verá usted... tres volantes y adorno de sedas delgadas.

Afirmábase que Leticia fomentaba las intenciones del banquero, y que se hallaba dispuesta a barrerle el camino de ellas de cuantos obstáculos estuvieran al alcance de su escoba... Hay que advertir aquí que Leticia, la hermosa, fría e impenetrable Leticia, llevaba ya un año de casada con el general Ponce de Lerma, conde de Peñas Pardas, hombre más que cincuentón, y feo, diputado sempiterno, conspirador incansable de pasillos y antesalas contra todos los ministros de la Guerra, con la santa intención, jamás lograda, de llegar él a serlo una vez siquiera; amigo desleal de todos los Gobiernos; veterano de todas las cuarteladas de treinta años a aquella parte, para ganarse honradamente desde las charreteras de capitán hasta los dos entorchados que tenía; agiotista insaciable; asociado detrás de la cortina, durante la guerra, a otros especuladores que daban tocino podrido a las tropas de África, procurándose así inverosímiles ganancias que fueron ancha y sólida base de su enorme caudal, adquirido después en idénticas y tan honradas especulaciones; y, por último, de valor y capacidad «supuestos», porque jamás tuvo ocasión de acreditarlos en el campo de batalla, ni siquiera en los cuarteles; todo, incluso los ascensos, se lo fueron dando hecho y arregladito los suyos apenas salido él del escondite, en seguida de triunfar la cuartelada.

Sería bueno barrer... y pasar también la escoba por entre las vigas. Sabel se encogió de hombros. El señor abad no me mandó nunca que le barriese el cuarto. Pues, francamente, la limpieza es una cosa que a todo el mundo gusta. , señor, ya se sabe.... No pase cuidado, que yo lo arreglaré muy arregladito.