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El aparato del culto católico, en el cual había fijado poco la atención, empezó a fascinarle; el dulce recogimiento del templo, a la caída de la tarde, cuando se puebla de sombras y de murmullos, le infundía suave desasosiego, cierta ansia especial de un nosequé elevado y arcano; los olores del incienso y de la cera eran para él como grato beleño que le adormecían arrastrándole a regiones gloriosas de dicha inmortal; los actos de caridad frecuentes le producían un dejo agradable y grande bienestar que acrecía su fe; la humillación del sacramento de la penitencia, que al principio tanto le repugnaba, llegó a ser un manantial de goces que él mismo no sabía de dónde procedían ni de qué modo embargaban su alma.

Si yo apreciaba todo el valer de don Paco, aún no le amaba de amor. ¿Podía yo abusar entonces de su caballerosidad y tomarle por marido y por escudo, arrastrándole conmigo al basurero en que todos los del lugar me habían echado?

19 En sepultura de asno será enterrado, arrastrándole y echándole fuera de las puertas de Jerusalén. 20 Sube al Líbano, y clama, y en Basán da tu voz, y grita hacia todas partes; porque todos tus enamorados son quebrantados. 22 A todos tus pastores pacerá el viento, y tus enamorados irán en cautiverio; entonces te avergonzarás y te confundirás a causa de toda tu malicia.

Conociendo entonces que era imposible acabar con él si no recurría a una estratajema, se apartó un buen trecho de su contrario, se desató rápidamente una larga y fuerte faja de seda que le ceñía el talle, hizo con ella, sin ser notado, un lazo escurridizo, y revolviendo sobre el Príncipe con inaudita velocidad, le echó al cuello el lazo, y siguió con su caballo a todo correr, haciendo caer al Príncipe y arrastrándole en la carrera.

Mi querido notario le dijo éste, arrastrándole hasta un rincón, el carnaval permite indudablemente muchas cosas; pero recordad quien sois, y cambiad de tono si os place. Pero, cheñor marquech... ¡Otra vez!... Ya veis que soy paciente, pero os ruego no abuséis. Excusaos ante la marquesa, leednos el contrato de boda, y buenas noches.

No exclamó Ohando. y Martín le llevó por el cuello, arrastrándole por el barro, hasta donde estaba Catalina. No sea usted bárbaro exclamó el extranjero . Déjelo usted. ¡A , Cacho! ¡A ! gritó Carlos ahogadamente.