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Sus anales ofrecen el testimonio más horrible del extremo, á que pueden llegar los extravíos humanos; ¡ojalá que sean ejemplo perdurable del delirio, á que arrastra la sed insaciable de mando y el orgullo clerical! Sin embargo, en los primeros cincuenta años de su existencia no produjo los efectos desastrosos que en lo sucesivo.

Por último, si examinamos la acción en su totalidad, ¡cuán rápido es su curso, cuánta vida y animación en sus partes! ¡Cuán completa es la ilusión que nos arrastra en medio de la existencia más agitada, entre estos grupos que pasan con rapidez ante nuestros ojos, entre estas escenas guerreras cuyo belicoso tumulto creemos escuchar!

Como montón de hojas secas que el viento arremolina, arrastra y desparrama, los grupos se movían, atropelladamente, se formaban y se disolvían; dominando el fragor del tumulto, alzábase una voz: ¡Oro 325! E inmediatamente un alarido colosal la apagaba, recorriendo todos los ámbitos de la sala estremecida.

Después de haberse sucedido dos generaciones humanas en las llanuras, hay copo de nieve caído en el pico que todavía no ha salido de la masa general. Pero, por lentamente que lo haga, ese copo convertido en cristal, no deja de adelantar. La masa nívea, que ha adquirido homogeneidad y se ha transformado en hielo, cae al alfoz de la montaña hacia el cual la arrastra su peso.

Juan pasea su vista a lo lejos; la llanura que se extiende delante de él, plateada por la luz de la luna, le hace el efecto de un golfo sobre el cual flotaran brumas; le parece que el brazo que en aquel instante se desliza bajo el suyo de modo tan dulce, tan acariciador, lo arrastra allá abajo, al fondo de ese abismo. Buenas noches murmura sin mirar a su hermano.

Levantada del centro para salir por el orificio en columna poderosa, se precipita en cataratas para convertir en río tumultuoso el tranquilo arroyo que corría sin ruido por las profundidades del desfiladero. Pero el nuevo río no corre solo; arrastra con él toda la madera amontonada en el depósito lacustre.

España, con la mayor formalidad, está diciendo y haciendo lo mismo: huye del trato y familiaridad de todas las potencias de Europa por temor de que la engañen. Mientras más lo recapacito, mejor noto que la desconfianza que nos arrastra al retraimiento y al separatismo está en nosotros muy arraigada y conviene librarnos de ella.

De aquí que el honor, según estos, nunca pueda perderse, y se ofenda con razón el embustero porque le digan que miente, y el ratero pida una satisfacción al que le acusa de robo, y el presidiario que arrastra una cadena pueda llevar al campo del honor al juez que se la ha impuesto.

Ya me está dando a mala espina ese señor de Ponte, que es un viejo verde muy zorro y muy tuno. Tal para cual, pues también las matas callando... No pienses que me engañas, hipócrita... Al cabo de la vejez, te da por la disolución, y andas de picos pardos. ¡Qué cosas se ven, Señor, y a qué desarreglos arrastra el maldito vicio!... Te callas: luego es cierto.

Y al movimiento, en celo, de su flanco se entreabren los pliegues de su falda en una irradiación de pedrería. Rozando las ajorcas y los velos con caricias de mano femenina, una pantera arrastra por los suelos el moteado de su piel felina. Sus patas, sigilosas, se deslizan entre las piernas de la bailarina, y en inquietud sus ojos rivalizan con las miradas de la danzarina.