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Laura, que ignora la traición que se trama, le habla amistosamente, creyendo que es el secretario del Príncipe, y sus palabras afables, por desgracia, son á los ojos de Oranteo una prueba decisiva de su inconstancia. Laura, pues, es arrastrada á la cárcel, y sus hijos, sin saber su origen, se envían á un lugar escondido entre montañas, para ser criados con una familia de labradores.

¡Crea usted que a me daba una alegría cuando lo contar!... Habría yo dado cualquier cosa por estar presente en aquella tragedia... Quite allá... es repugnante... Dos mujeres pegándose... Será lo que usted quiera; pero desde que me lo contaron, la bribona antigua se ha crecido a mis ojos y me parece menos arrastrada que la moderna. Este mundo, hija mía, está lleno de maldades.

Cuando arrastrada por mi curiosidad me acerqué cuanto pude de puntillas, conocí... que la mujer era la reina, que el hombre era don Rodrigo Calderón. ¡Y hablaban de amores! Al principio... es decir, cuando yo llegué, no; conspiraban. ¡Que conspiraban! Contra mi padre. ¡Ah! exclamó la duquesa.

Me mostraba a la España arrastrada en alianzas y en nuevos lutos, gloriosos tal vez, pero menos útiles para aquella nación que la paz de que tanto necesitaba para cicatrizar sus hondas heridas; y me explicaba que esa nación podía ser más poderosa y respetada sin combatir, que por medio de la guerra. »¡Dios mío!

El sol había derretido su pintura; las tablas se agrietaban y crujían con la sequedad, y la arena, arrastrada por el viento, había invadido su cubierta. Pero su perfil fino, sus flancos recogidos y la gallardía de su construcción, delataban una embarcación ligera y audaz, hecha para locas carreras, con desprecio á los peligros del mar. Hasta de nombre carecía.

Yo no debiera decírtelo, yo no cómo tengo la desvergüenza de decírtelo. Apenas si á mi confesor le he dejado entrever algo de lo que siento en el negro abismo de mi corazón. Pero, si no te lo digo... ¿con quién me desahogo?... Lucía, eres mi mejor amiga... Yo quiero al Comendador de un modo inexplicable. Me siento arrastrada hacia él.

Algo he hecho yo, ó arrastrada por mi maldad nativa, ó seducida por el enemigo común de nuestro linaje, para alborotar á ese mozo, hacerle abandonar su Universidad y sus estudios, y moverle á venir aquí en persecución mía.

Soy suegra, que es lo último que se puede ser en este mundo, y tengo esa penitencia y otras muchas que usted no sabe. Me las figuro. No se las puede usted figurar. Pues, querida, a me gustaría muchísimo ver a mis hijos reconciliados. No hay cosa más fea que un matrimonio reñido dijo la bendita de Mariana con su palabra lenta, arrastrada, de mujer linfática.

Andrés concluyó por desear un rompimiento; pero se dejaba arrastrar de la costumbre, sin fuerzas para tomar una resolución violenta, como sucede casi siempre en las relaciones añejas. Presentose al cabo lo que era inevitable. Su salud, siempre arrastrada y temblona, se resintió de modo alarmante.

Elvira suspendió un instante su relato, hizo un esfuerzo para no llorar, como avergonzada de mostrar ternura, y continuó: Suprimo detalles: morir Manuel y echarme sus hermanos de la casa, todo fue uno. Entonces comenzó esta vida arrastrada que llevo, y eso que soy de las que tienen más suerte. Ponerme a oficio, y presentárseme la ocasión de dejarlo, fue obra de seis meses.