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Aunque sea del todo falsa la noticia que hallamos en Nostradamus y Crescimbini, de haber escrito dramas los trovadores Lucas de Grimauld, Hugo Brunet, Arnaldo Daniel y Anselmo Faidit , lo cual no puede probarse aduciendo la razón de que hoy no existan, poseemos manuscrito el misterio completo de Las vírgenes prudentes y locas, drama religioso occitánico, que cita en parte Raynouard . Esta composición, de la primera mitad del siglo XI, es sin disputa la única de su especie, que hasta ahora se ha encontrado en los manuscritos provenzales, no habiendo motivo suficiente para colegir de esto que fué el único ensayo de su época y de la posterior.

A lo que uno me respondió: "Esas mujeres pescadoras que dices las vendió nuestro capitán, que ya es muerto, a Arnaldo, príncipe de Dinamarca."

Tended el vuestro cuanto podáis y lanzad la flecha lo más lejos que alcance. Mi dardo la dejará muy atrás. Marca las distancias, Arnaldo, clavando en tierra una pica á cada cien pasos y espérate junto á la quinta para recoger y traerme mis dardos. Hízolo así el soldado y momentos después partía silbando la flecha de Yonson. ¡Más allá de la cuarta pica! gritó Simón.

Arnaldo de Villanueva, Raimundo Lulio, Rogerio Bacon, Pedro de Ailly, degradan su elevada inteligencia por penetrar los misterios de las ciencias ocultas; las universidades, obsequiosas con la ambicion de los príncipes, empiezan á combatir con los recuerdos de Roma antigua la supremacía de la Santa Sede, tomando parte en la deposicion de los pontífices, exagerando las regalías, dejando perder la escolástica y abandonando el cetro de la ciencia, que hasta entonces con tanta dignidad habian llevado, por mezclarse en las contiendas de los reyes con la Iglesia.

¡Bravo, Yonson! exclamaron los arqueros. ¡Cuatrocientos veinte pasos! dijo un ballestero que con Arnaldo acababa de medir la distancia exacta y llegó corriendo al grupo. Pues ahora veréis cómo vuela un buen dardo del Brabante, dijo tranquilamente el ballestero. ¡Por la cruz de Gestas! gruñó Tristán, ha caído cerca de la quinta pica. ¡No, más allá, más allá! gritaron entusiasmados los flamencos.

¡Quinientos ocho pasos! voceó Arnaldo y repitieron todos con asombro. ¿Cuál de las dos armas vence ahora? preguntó orgullosamente el ballestero. En el tiro á distancia, la vuestra lleva la ventaja, lo confieso, replicó Yonson cortésmente. ¡Poco á poco! gritó en aquel punto nuestro amigo Tristán con un vozarrón tremendo y adelantándose hasta llegar junto al engreído ballestero.

Arnaldo Barceló Domero, que fue en la Catedral y ahora Maestro de Pajes en el Palacio del Sr. Obispo. A Rafael José Cortés de Augustín, alias Filoa. El Doctor Antonio Vives, Rector de Felanitx. El Dr. Juan Bautista Bonafé, de S. Eulalia. El P. P. F. Bernardo Arades de S. Domingo. El P. P. F. Tomás Maltés, Carmelitano. A Ana Martí, Viuda de Augustín Salvador Cortés.

Es mi soldado Arnaldo, que marca el lugar donde cayó mi dardo y sabe que allí nada tiene que temer de vos, dijo el ballestero. ¿No? ¡Pues que Dios lo perdone! exclamó Tristán tendiéndose de nuevo en el suelo, afirmando los pies y tirando de la cuerda hasta hacer crujir el arco. ¡Allá va!

Jaime Berenguer, á quien Augerio abad habia conferido el priorato de la ALJAFERIA removiendo á Fr. Arnaldo Frunci.

Recibió el Emperador estos tres Embajadores, que fueran Rodrigo Perez de Santa Cruz, Arnaldo de Moncortes, y Ferrer de Torrellas, y en presencia de la mayor parte de sus Consejeros y Ministros, y con mucha aspereza les dijo: que el Imperio de los Griegos no estaba tan acabado y destruido, que no pudiese juntar ejércitos poderosos para castigar su atrevimiento y rebeldía, y aunque eran muchos los servicios que le habian hécho en la guerra de Oriente, ya los habian borrado con sus excesos y demasías, y con la poca obediencia y respeto que tenian á su corona: que él haria lo que tocaba y fuese razon; en lo demas les aconsejaba, que no se precipitasen con desesperacion á lo que tan mal les estaba, y que no pidiesen con violencia lo que con la misma se les podia negar; que la fidelidad de que ellos tanto se preciaban se perdia, si las mercedes se pedian por fuerza á su Príncipe.