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Lo primero es prevenirse; me ha dicho que en aquel retrete hay armas, armémonos. Quevedo tomó una bujía de sobre la mesa y se dirigió á una puerta situada á un extremo de la cámara, la abrió y entró.

No hay que hacerse ilusiones; mientras que Ivonet, Estenoz, y los principales cabecillas del movimiento no se convenzan de que los yankees no tienen el propósito de intervenir, se guardarán bien de rendir las armas, pues pensarán que el gobierno, al verse seriamente amenazado por una nueva intervención, acabará por concederles todo cuanto piden.

Tal viva penetración del arte y tal destreza en la ejecución como el general poseía, anunciaban desde luego la victoria. Y, en efecto, a consecuencia del nuevo y acertado plan de ataque, comenzaron a rendirse una en pos de otra, a sus armas, no pocas bellezas de las mejor sazonadas y maduras de la capital.

Taylor que sea vanidad y despilfarro que procuremos conservar, aun á costa de los mayores sacrificios, una isla que nos pertenece, y donde nadie ó pocos se sublevarían si desde los Estados Unidos no los alentasen y no les enviasen armas y dinero? Cuba es nuestra propiedad legítima, y no es vanidad ni soberbia nuestro empeño en conservarla.

Sólo quedó un viejo bebedor de opio, tumbado en un rincón como un fardo. Fuera se veía la multitud que vociferaba. Interpelé entonces a Sa-Tó, que casi se desmayaba, apoyado en la pared; nosotros estábamos sin armas, los dos cosacos solos, no podían rechazar el asalto.

Y, entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados.

Sin embargo hicieron obstinada resistencia en algunos parajes y apostaderos menos fuertes, persiguiendo diariamente, por derecha é izquierda del camino, las marchas de nuestro ejército, particularmente en los desfiladeros, sin descuidarse en aprovechar la obscuridad de la noche, para rodear los campamentos y fatigarlos, obligando á la tropa á estar continuadamente sobre las armas, sufriendo el fuego de su fusileria y de cañon, que con facilidad trasportaban y apostaban á todas partes, por ser de pequeño peso y de poco calibre.

La noche en que las dos compañías llegaron a Nieva era la señalada por los amigos de don César para dar el grito de guerra y apoderarse de la Fábrica. La conspiración estaba bien tramada. A la una de la madrugada debían reunirse cincuenta hombres en la huerta de un rico hacendado carlista y otros cincuenta en la bodega de otro para proveerse de armas y uniformes.

Su pérdida lo entristeció sobremanera, precipitando su resolución, hasta entonces no madurada del todo, de entrar de nuevo en el servicio de las armas, y de embarcarse para Inglaterra con La Armada

Hice notar mis observaciones a Teobaldo, que me trató de visionaria y no quiso darme crédito. »No obstante, cierto día entró en mi habitación con aire agitado. »Juanita me dijo: aquí sucede algo extraordinario. Hay una porción de armas en los subterráneos del castillo. »¿Armas de caza? le pregunté.