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Llegó este propio día, tres ó cuatro horas antes que anocheciese, una fragata con dos despachos del Gran Maestre, el uno para el Duque y el otro para Juan Andrea, en que les avisaba que el armada turquesca había hecho agua en el Gozo.

A la misma hora entraron en la lancha armada el capitan del navio D. Joaquin de Olivares, los dos pilotos, el Padre superior Matias Strobl, el Padre Quiroga, el cabo de escuadra y algunos soldados, á registrar por agua el fin del puerto, y ver tambien si hallaban indios. Navegaron al oeste, costeando por el sur la isla de las Pinguinas, y sondando el canal hasta la isla de los Pájaros.

Un dia ¡dia fatal! que pasando su errante mirada por todos los objetos que la circundaban, se encontró con la camarista, echó mano de unas bien afiladas tijeras, de que siempre iba armada, se lanzó sobre ella cual el águila sobre su presa, y antes de que su contraria lo hubiera podido evitar, ya la habia despojado de su dorada cabellera.

»Te hice sufrir una injuria; » no supiste perdonar la injuria y levantaste tu mano armada contra un hombre y le mataste. » no eras merecedor de la felicidad. »El ángel que yo te había dado, vio sangre humana en tu frente y se horrorizó de ti... »Y el horror le mató. »Le mató como un tósigo lento.

Era la misma letra de la esquela que me había dado cita en el cenador de Antonieta de Maubán, y decía: «No tengo motivos para querer a Vuestra Alteza, pero Dios la libre de caer en poder del Duque. No acepte Vuestra Alteza invitación alguna suya. No vaya sola a ninguna parte; una fuerte guardia armada bastará apenas para protegerla. Enseñe esta carta al que reina hoy en Estrelsau

Licenciado D. Justo García y Valdez, profesor en la misma facultad; el Sr. D. Martin Rodriguez, Teniente Coronel y Comandante del escuadron de Húsares del Rey; el Sr. D. Miguel Saenz, Capitan del mismo; el Sr. D. Gerónimo Lasala; el Sr. D. Felipe de Arana; el Sr. D. Pedro Capdevila, de este comercio; el Sr. D. Matias Irigoyen, Alferes de navío de la Real Armada; el Sr.

Fué el Duque á verse con Juan Andrea y halló que estaba en Consejo con los capitanes de la mar tratando de lo que se debía hacer, é yo quedé en el fuerte, y no lo que pasó en el Consejo; mas de decirme el Duque que había determinado y se habían resuelto de no pelear, sino salvarse, y que dos ó tres habían sido de parescer que peleasen, junctándose con las naves, é que aquella noche saldrían de los Secos, y que como fuesen fuera, eran seguros, y que dejarían la galera Condesa en aquél, é los que con él estábamos nos pudiésemos ir, y que enviarían á tierra los esquifes de las galeras, porque no viniendo el armada ni paresciendo á la mañana, embarcarían la gente que faltaba de embarcar, é que con esta determinación salieron del Consejo.

La noche primera que saltaron en tierra, que fué á los 16, vino un renegado á nuestro campo y dijo cómo los enemigos tenían en tierra ocho piezas de artillería por encabalgar, y que habían con ellas salido pocos más de 2.000 hombres, y que los demás se desembarcarían el día siguiente, y que en los de tierra había muchos desarmados, de los que venían por remeros en la armada, que habían salido para gastadores.

Del isla San Gabriel sale el Armada, Con nuestro buen Rodrigo en la demanda, De la Martin García, así nombrada, Que est

Pero lo que mayormente excitó la curiosidad de ambas señoras fue un gran tablero que en el centro de la estancia había, cogiéndola casi toda; una mesa armada sobre bancos como la que usan los papelistas, y encima de ella grandes paquetes o manos de pliegos de papel fino de escribir.