United States or Sudan ? Vote for the TOP Country of the Week !


No pocos esfuerzos caligráficos le costó aquel rompimiento: las quejas de la nueva Ariadna venían diariamente por el correo esparcidas en cinco o seis pliegos de letra menuda: era necesario contestar a ellas: al fin Teseo se cansó y las guardó filosóficamente en el bolsillo.

Sería en su lecho como en la escena: de todos y de ninguno. Aquel Apolo rubio, de músculos duros y blancos como el mármol, de ojos grises, bondadosos y acariciadores, la amaba de veras. Leonora, recorriendo el pasado, confesaba que Selivestroff había sido su mejor amante. Se enroscaba a sus pies sumiso y adorador, como Hércules ante Ariadna, acariciándola las rodillas con su hermosa barba de oro.

Cantaba o recitaba mil antiguas leyendas en verso de las edades divinas, de héroes y semidioses: de la venida de Europa a su isla, del furor amoroso de Pasifae y del triunfo y de la perfidia de Teseo. Y bailaba aún, según ella aseguraba, la misma ingeniosa danza que Dédalo compuso para la princesa Ariadna de las trenzas de oro.

La bella arlesiana había perdido ya las esperanzas y la paciencia. Nadie le escribía de Corfú; no sabía noticias de su amante ni de su hijo; el doctor, ocupado en cosas más importantes, ni siquiera le había dado el pésame por la muerte de su marido. Comenzaba a dudar del señor de Villanera y se comparaba a Calipso, a Medea, a la rubia Ariadna y a todas las abandonadas de la fábula.

Pepita, que se había levantado para despedir al padre vicario, no bien volvió a cerrar la puerta y quedó sola, de pie, en medio de la estancia, permaneció un rato inmóvil, con la mirada fija, aunque sin fijarla en ningún objeto, y con los ojos sin lágrimas. Hubiera recordado a un poeta o a un artista la figura de Ariadna, como la describe Catulo, cuando Teseo la abandonó en la isla de Naxos.

Aquí pensaba yo lucirme describiendo las bellezas naturales de la isla, sus antiguallas, sus famosas ciudades, como Gnosos y Gortina, los vestigios del Laberinto donde estuvo encerrado el Minotauro, los esquivos lugares en que los dáctilos y los curetes bailaban sus danzas guerreras en torno del futuro monarca de los hombres y de los dioses, la sagrada caverna en que durmió su sueño secular Epiménides, y el punto en que se embarcó Ariadna con el falaz e ingrato Teseo, que luego la abandonó en Naxos, de donde la sacó en triunfo el dios Ditirambo con toda aquella comitiva estruendosa de faunos y de ménades, que tan gallardamente nos describen los poetas.

Entrado ya el invierno, Ariadna volvió a Madrid, y no se pasaron quince días sin que la trompeta del escándalo pregonase sus amores con el secretario de la Embajada francesa. A Miguel no le maravilló nada este suceso. Un día Julita le dijo a boca de jarro: ¿Cuándo piensas casarte, Miguel?

Ariadna, que no poseía plano del Laberinto, no se empeñó en manifestar a Teseo sus reconditeces y revueltas, con lo cual le hubiera calentado el cerebro sin la menor ventaja, sino que le dio el hilo para que se guiase por él y saliese airoso de aquella aventura, diciéndole probablemente: Dios te la depare buena.

Y saliéndose al ejercicio de la noche pasada, aunque las calles de Sevilla, en la mayor parte, son hijas del Laberinto de Creta, como el Cojuelo era el Teseo de todas, sin el ovillo de Ariadna, llegaron al barrio del Duque, que es una plaza más ancha que las demás, ilustrada de las ostentosas casas de los Duques de Sidonia, como lo muestra sobre sus armas y coronel un niño con una daga en la mano , segundo Isaac en el hecho, como esotro en la obediencia, el dicho que murió sacrificado a la lealtad de su padre don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, alcaide de Tarifa; aposento siempre de los asistentes de Sevilla, y hoy del que con tanta aprobación lo es, el Conde de Salvatierra , gentilhombre de la cámara del señor infante Fernando y segundo Licurgo del gobierno.

Un criado gallego había hecho con ella el papel de Jason, dejándola el pérfido en abandono y trasponiendo no si a Montevideo o a Buenos Aires. No imitó Frasquita a Medea: no mató a sus hijos, sino los crió con esmero y cariño. Yo sospecho, sin embargo, que ella, también como la hija de Minos, Indomitos in corde gerens Ariadna furores,