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Sobre el hueco de un balcón había un cuadro, acaso del Españoleto, que representaba a Santa María Egipciaca tendida en las arenas del desierto, enteramente desnuda, muy hermosa y más incitante de lo que fuera oportuno en sitio frecuentado por gentes de Iglesia.

Al mismo tiempo le regocijaba pensar en el mal gesto que pondrían aquellas gentes ante su presencia inesperada. ¡Caería en Las Arenas como una bomba. ¡Je, je, je! Y riendo se despidió del capitán, para subir en el tranvía. Cuando á media tarde entró en el hotel de Sánchez Morueta, encontró en un salón á su prima y su sobrina con el imprescindible Urquiola.

Vi la noche mezclarse con el dia, Las arenas del hondo mar alzarse A la region del aire, entonces fria. Todos los elementos vi turbarse, La tierra, el agua, el aire, y aun el fuego Vi entre rompidas nubes azorarse. Y en medio deste gran desasosiego Llovian nubes de poetas llenas Sobre el bagel, que se anegara luego,

Sabido es que bajo las arenas que artificiosamente cubrían el pavimento de la vía, el suelo estaba erizado de clavos y picos de hierro, de tal modo que la caballería iba tropezando y cayendo conforme entraba para no levantarse más.

El joven Uri se detuvo dos días en Dabo acompañando a sus salvadores, y luego, antes de partir, sacó de un escondite que había en la piragua dos grandes paquetes envueltos en hojas y cuidadosamente atados con bejucos, y, mostrándoselos al Capitán Van-Stael, le dijo: Este metal amarillo, que abunda en nuestro país entre las arenas del Durga, que es muy apreciado por los blancos.

Nunca le había parecido tan hermoso el paisaje como en aquella tarde de verano. Estaba habituada á verlo desde su infancia, y, sin embargo, ahora le encontraba algo nuevo, cual si acabase de descubrirlo. Las gentes que pasaban al borde de la ría, por la carretera de Las Arenas, le parecían más simpáticas que las de otros días.

El automóvil emprendió el regreso á Las Arenas siguiendo la ribera de la ría que parecía irradiar fuego bajo el torrente ardoroso del sol. Doña Cristina sonreía al paisaje, encontrándolo más hermoso que otros días. ¿Pero no has notado, Pepita, qué alegría da el recibir al Señor? que hemos empleado bien la mañana.

Hacia la izquierda sonó otra detonación. Carlos cayó al suelo. Ragasse se había detenido. ¿Ha pescado usted algo, mi capitán? preguntó ansioso mientras se elevaba del campamento un sordo rumor y unas sombras se agitaban en la sombra como arenas movibles. Una bala en la pantorrilla. Huye, muchacho; me han hecho mi negocio sin que hayas intervenido. ¡Oh! mi capitán... mi capitán...

De los desperdicios de estas arenas son con los que ese hermoso río suele enriquecer a los buenos muslines que en los placeres y remansos del álveo buscan medios para remediar sus necesidades y dar limosna a los pobres.

¡Oh!... ¡si habrá arenas en todita la mar y sus arenales! repitió Mauricia con voz patética. Pues aunque los pecados de una sean más que las arenas, Dios los perdona cuando una se arrepiente de verdad. ¿Y crees que una idea, pongo por caso, es también pecado? Según y conforme. Pero no tienes malas ideas. Estate tranquila.