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Ella apretaba las piernas. Hubiérase dicho que algo doloroso, delicioso, la penetraba profundamente. De pronto, de una estancia vecina surgió el son ronco y claro de una música. Un son monótono y bárbaro de tamboril y dulzaina; doble son ardiente como las arenas, obscuro como los bazares.

contestó el millonario con sencillez. Me sienta perfectamente: no tienes más que mirarme. Sánchez Morueta parecía repuesto de su crisis. Nada quedaba en él del enfermo que había visto Aresti en su última visita á Las Arenas. Su mirada era tranquila, con una fijeza serena: el color sanguíneo de sus primeros tiempos de luchador había vuelto á animar su rostro.

Mira, la dije, nosotros somos españoles, y es necesario que no olvidemos los usos y costumbres de nuestra tierra. El gobierno nos ha recogido la obra; nos ha secuestrado seis mil duros. Pues á donde va el mar, que vayan las arenas. Hoy almorzarémos en el célebre restaurant Vefour, que pasa por ser el primero de Paris, y de este modo tomamos revancha de la cicatería del gobierno.

Suelen tragarse hasta las arenas, piedrecillas y trozos de coral. ¡Qué estómagos! exclamó Hans . Deben tener un aparato digestivo poderosísimo. Su estómago es un tubo que les ocupa todo el cuerpo de punta a punta. En uno de los extremos de ese tubo tienen la boca. Por ella les entra el alimento, el cual recorre todo el tubo interior, y sale por el extremo opuesto sin detenerse.

Es triste caravana en el desierto. Nos morimos de sed. Las desazones son inquietantes, como un cuerpo muerto destrozado por garras de leones. De la vida en el áspero camino yo he sido como humilde peregrino que hizo el amor de su ideal un rito; atravesó el desierto con mis penas, y he quemado mis pies en sus arenas en un ansia infinita de infinito.

Provincias enteras venían del desierto cargando con sus cebollas para alimentarse; viejos, jóvenes y niños trabajaban acarreando piedras, labrándolas y cargándolas sobre sus hombros, bajo la direccion del látigo oficial; y despues, volvían á sus pueblos los que sobrevivían, ó perecían en las arenas del desierto.

Es que cruzamos frente a la desembocadura del Magdalena, que viene arrastrando arenas, troncos, hojas, detritus de toda especie, durante centenares de leguas y que se precipita al Océano con vehemencia. Henos al fin en el pequeño desembarcadero de Salgar, donde debemos tomar tierra. No hay más que cuatro o seis casas, entro ellas la estación del ferrocarril que debe conducirnos a Barranquilla.

Este pueblo está á unas 2 leguas de Catanauan, siguiendo la costa al Oriente, hacia Punta Arenas. Tiene una visita llamada Bondo, en la que no solamente se utiliza la brea, sino que hacen tapa de los carabaos cimarrones, vendiendo el pico á 4 pesos.

Porque esos astros, cuya luz desmaya, Ante el brillo del alma, hija del cielo No son siquiera arenas de la playa, Del mar que se abre a su futuro vuelo!... No he podido rendir un homenaje más digno a las letras de Colombia, que la transcripción de esos versos de Diego Fallon.

Su instinto de mujeres adivinaba el amor tras la repentina transformación. Algunas noches le veían los obreros salir en un coche para Portugalete: de allí pasaba por el puente colgante á Las Arenas. De alguna de estas excursiones volvía con una flor en la solapa, conservándola varios días, hasta que se secaba.