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La cosecha se recoge en mayo o junio, dando cada árbol cuatro libras o más de café. Cuando la fruta madura, se suspende todo otro trabajo y se destinan cuantas personas sea posible obtener, a cogerla de las plantas. El promedio de la cosecha del Brasil, según las consideraciones expresadas, puede estimarse en algo más de 12,000,000 de sacos, equivaliendo el saco a 132.76 libras.

En Bretaña, cuando un hombre estaba en peligro de muerte y no se hallaba cerca ningún sacerdote, podía confesarse al pie de un árbol: las ramas le oían, y su rumor llevaba al cielo la última oración del moribundo. De todos modos, aunque quede algún tronco respetado en memoria del tiempo viejo, no inspira ya el bosque aquel terror sagrado.

De ahí la predilección que demuestran por él. Y aunque la ciencia sostenga primero que sólo es una piedra, luego un arbusto, el sexo bello ve en el coral algo más. «Señora, ¿por qué prefiere usted á todas las piedras preciosas ese árbol de un encarnado dudoso? Caballero, dice á mi cara. El rubí hace palidecer; éste, mate y no tan vivo, hace resaltar mejor la blancura.» Y la señora tiene razón.

Esta ventana era muy baja, pero yo era tan chica, que para mirar hacia adentro de la habitación tuve que subirme a un tronco de árbol que coloqué contra el muro a modo de banco. Pasé la cabeza con toda precaución por entre medio de la yedra, que formaba espeso marco a la ventana, y descubrí a mi cura. Estaba en la mesa y comía con aire triste.

Juan Bou, para lo cual dicho se está que ha de emplear dos varas de cañamazo. Eso no importa. Yo regalo el cañamazo y las lanas. La enferma irá a convalecer a la sombra del árbol de la Ipecacuana, ese árbol milagroso, señoras, que está plantado en la litografía de la calle de Juanelo, y que ansía estrechar entre sus ramas a la descendiente de cien reyes.

Cuando ya no quedaba del árbol una sola hoja, Meñique fue donde estaba el rey sentado junto a la princesa, y los saludó con mucha cortesía. ¿Dígame el rey ahora dónde quiere que le abra el pozo su criado? Y toda la corte fue al patio del palacio con el rey, a ver abrir el pozo.

Así es que se comprende cuál sería su estupefacción cuando, al salir de la montaña y a la orilla del bosque, vio el ruedo del pueblo arrasado como un pontón; no quedaba ni un jardín, ni un huerto, ni un paseo, ni un árbol, ni un matojo; todo lo que se hallaba al alcance del cañón había sido destruido.

Si son explotados con inteligencia, si se regulan cuidadosamente las talas, de modo que siempre quede en pie bastante árbol para los años sucesivos, y se desarrolle en el suelo forestal la mayor fuerza posible de producción, puede congratularse la humanidad de las nuevas riquezas que se le procuran.

Mira, el camino sigue sin un marrano árbol y al descubierto. Si nos ven, nos revientan. Correr lo que podamos, y esa mujer nos esconderá... si no, ¡sea lo que Dios quiera! Por entre barrizales y breñas, a campo traviesa y buscando las enramadas para mejor ocultarse, desandaron en quince minutos el camino que habían recorrido en media hora.

Después se adelantó hasta alcanzar a Elena y a Gerardo, y añadió en voz alta: Señor Lautrec, usted, que es alto, ¿quiere alcanzarme esa rama de madreselva? Gerardo se volvió al oír su nombre y se apresuró a cortar y ofrecer a Luciana la rama de madreselva que estaba enredada en el mismo árbol en que había yo dicho que podría ahorcarme.