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Porque no estaba Juan: el pleito de los indios, aunque aquellos eran días de receso en tribunales como en escuelas, le había obligado a volver al pueblecito, si no quería que un gamonal del lugar, que tenía grandes amigos en el Gobierno, hurtase con una razón u otra a los indios la tierra que la energía de Juan había logrado al fin les fuese punto menos que reconocida en el pleito.

Rosita, ve por lo otro. Rosita, sube sobre este banco y alcánzame aquellos zapatos. Rosita, átame esta cinta. Rosita, pégame el botón de la camisa.» Y cuando iba y cuando venía y cuando subía y cuando bajaba, las manos amarillentas y velludas de D. Jaime la pellizcaban, la sobaban, la mimaban y la estrujaban.

No me fué posible examinar de cerca otros Docks que los de Santa-Catarina y Lóndres, ni tenia precision de visitar los demas, puesto que aquellos son los mas completos, aunque los de las Indias Orientales son los mas considerables.

El alma de Elena, conmovida, llena de melancolía por la influencia de aquellos sitios, donde se había deslizado su infancia, donde había gozado después unos años de felicidad inefable, no podía responder al llamamiento brutal de la pasión. La ironía, la malignidad, el ingenio de su amante, que al principio la habían cautivado, ahora le causaban aversión y hasta desprecio.

Y Gonzalo se dejó arrastrar como un autómata, lleno de confusión. Al llegar a su cuarto, la buena señora cerró la puerta. Lo he oído todo le dijo, clavando en él aquellos grandes ojos negros y tristes como los de una Dolorosa, único resto de su antigua belleza.

Aquel oso era el verdugo de allí, que esperaba a que los jueces dieran el berrido que me condenaba a muerte, para zamparse una buena ración de mis pedazos y arrojar los restantes a la muchedumbre que ya se había comido a Chisco y a Pito Salces, con escopetas y todo. Bien empleado les estaba, por andarse en guapezas temerarias con aquellos animales que no se habían metido con nosotros.

Mira, ya van a empezar. Coloquémonos encima de aquellos que parecen ser los caudillos de uno de los dos ejércitos, y veamos la que se va a armar aquí.

5.° El cacique nombrado Artillanca, que lo es de la reduccion de Guinchilca, declara á fojas 50 que estan allí aquellos españoles, en la laguna de Puyequé: que él tiene conocimiento de muchos años á esta parte, y desde que tiene uso de razon, sabe que allí estan acimentados.

En un billetito perfumado, muy perfumado, y las armas de la noble casa de Peñarrubia estampadas en lacre de color rosa, invitaba la condesa a comer a su entrañable amiga Elena. «Cherie: Ya que tu señor marido te ha dejado hoy por aquellos bichos tan feos que guarda en el Sotillo, ven a alegrar unos instantes esta humilde casita comiendo conmigo esta noche. A las ocho.

Con este razonamiento se animaron aquellos buenos cristianos á no hacer caso de su vida temporal é imitar el ejemplo y valor del santo Misionero.