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Quien por tanto tiempo había sido esclava, ¿por qué alguna vez no había de hacer su gusto? Cada una de aquellas acciones incorrectas y clandestinas le acariciaba el alma antes y después de consumada.

Daba el dinero, aunque pareciera mentira a un ser tan romántico, daba cierto calorcillo suave. «¡Siete mil realesse decía; y experimentaba consuelo en sus tribulaciones; y sobre todo le animaba la conciencia de un valor cívico que nacía de la presión de aquellas onzas... ¡Oh!

No estaba el de él desprovisto de ellas en absoluto, porque las alusiones a Clota, mezcladas al recuerdo de aquellas palabras de su madre: «dejas a tu novia», habían producido en su ánimo cierto escozor que, sin perturbarle demasiado, persistía en él como el confuso presentimiento de una amenaza.

Representáronsele además las siniestras figuras de las señoras de Porreño; y en su soñar disparatado, lo parecía que aquellas tres figuras crecían, crecían hasta tocar las nubes y ocupaban todo el espacio: Salomé como una columna que sustentaba el cielo; Paz, como nube gigantesca que unía el Oriente con el Ocaso.

Era demasiado tímido para hablar en su propio nombre, pero la vecindad de un gran poeta le daba atrevimiento y sus ideas personales iban saliendo a la superficie bajo la protección del pensamiento de los otros. Dante, Ariosto, Cervantes, Shakespeare, fueron los sublimes intermediarios que se encargaron de aproximar aquellas dos almas y de infundirlas cariño.

Todo quedará en la oscuridad mas profunda; imaginaremos reproducidas aquellas tinieblas que yacian sobre la faz del abismo antes que la palabra criadora dijese: «hágase la luz

Eran las horas meridianas aquellas en que preferentemente la atacaba el sueño comático, y la enfermera, que nada podía hacer sino dejarla reposar, y a quien abrumaba la espesa atmósfera del cuarto, impregnada de emanaciones de medicinas y de vahos de sudor, átomos de aquel ser humano que se deshacía, salía al balconcillo, bajaba las escaleras que conducían al jardín, y aprovechando la sombra del desmedrado plátano, se pasaba allí las horas muertas cosiendo o haciendo crochet.

Quizás con la espuela y el freno de la necesidad, hubiera brillado en algo de lo mucho que intentaba conocer por invencible curiosidad, pues talento y discreción tenía para ello; pero le faltaba paciencia, porque le sobraban la libertad y el dinero, y de aquí sus veleidades y aquellas ensaladas científico-filosóficoliterarias de que se atiborraba la cabeza.

Hubiérase dicho que aquellas actitudes semejantes a las de una persona que marcha y tiene calor, refrescaban su memoria. Buscaba un nombre, una fecha, perdía y recobraba sin cesar el hilo enredado de un itinerario y se reía a carcajadas cuando la confusión de su relato era tan grande que se veía obligada a pedir ayuda a la clara y firme memoria de Julia.

En medio de los rudos episodios del despertar de aquellas multitudes vieron pasar las familiares glebas, sobre el torrente de encontrados odios, la racha formidable de virtudes, la tempestad de las ideas nuevas. Y sobre el mar del popular tumulto, en la corriente de furor insano, como reliquia de inviolable culto, flotaba el arca del saber humano.