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En llegando los jurados al 2.º patio, y antes que se apeasen, bajaban los inquisidores acompañados de personas de calidad, y subiendo en sus mulas y los demas en sus caballos, se ordenaba el acompañamiento, yendo delante de dos en dos los que habian ido acompañando la ciudad, las Audiencias reales y la Corte del Justicia de Aragon, y despues de estos el prior y canonigos del Pilar, los prebendados de la Seo, los lugartenientes del Justicia de Aragon, y luego los maceros de la ciudad, los del Zalmedina y los del Justicia de Aragon; á seguida iba el estandarte de la que llevaba el fiscal del Santo Oficio, teniendo los cordones dos caballeros de título, ó el castellan de Amposta y Bailío de Caspe.

D. Marcelino se empeñó en que se apeasen para descansar un poco y tomar algún refresco, pero el señor conde se negó completamente, y D.ª Feliciana entonces salió con una bandeja de dulces y unas copas de Jerez á la calle. El señor conde no quiso probar nada: la señora condesa tomó una rosquilla de Santa Clara, y pidió después un vaso de agua.

Todos se empeñaban en que se apeasen y descansasen un rato, pero no lo consiguieron, porque el señor conde les dijo que, faltando tan poco para descansar de una vez, no había necesidad. Y en eso creo que tenía razón. Á estas horas ya están de seguro en la Segada.

El Senescal con mejor ánimo que consejo, mandó que se apeasen los suyos, y él hizo lo mismo, y acometió segunda vez á los Turcos; pero como ellos estaban en lo alto, y tenian algunos reparos con piedras, y flechazos defendían la subida, y tiraban golpes más seguros y ciertos á los que más se señalaban, Corbarán, como valiente y esforzado caballero, era de los que más les apretaban por su persona, y para subir con más ligereza, y andar más suelto, se quitó las armas, después el morrion, ocasion de su muerte; porque le dieron un flechazo en la cabeza, de que luego murió, con cuya pérdida los demás se retiraron.

Nucha montaba la borriquilla, y su marido la yegua castaña; Julián los acompañaba en mula; alguno de los perros favoritos del marqués se incorporaba a la comitiva siempre, y dos mozos, vestidos con la ropa dominguera, la más bordada faja, el sombrero de fieltro nuevecito, empuñando varas verdes que columpiaban al andar, iban de espolistas, encargados de tener mano de las monturas cuando se apeasen los jinetes.