United States or Cambodia ? Vote for the TOP Country of the Week !


¡Había de marchar sin decirle adiós, señor!... ¿Qué idea tiene de ? exclamó la zalamera morenita anudando sobre la cabeza su pañolito de seda encarnada y retocándose los rizos frente á un espejillo mal azogado. Has de decirle á tu abuelo que si uno de los molares está casi inútil, como me mandó á decir, puede renovarlo y que me lo ponga en cuenta.

El aya, en pie también, con las manos cruzadas, los observaba atentamente, sin dejar por eso de mover sus labios finos y rojos. Concluída la oración, los niños miraron al aya: ésta hizo una imperceptible señal con los ojos y todos se sentaron. Un criado con librea fué anudando las servilletas á la garganta de los chicos bajo la atención vigilante de la institutriz. Nadie despegaba los labios.

No lo sabría; lo más probable es que venga de marcha y no haga más que pernoctar aquí para continuar mañana su camino dijo el señor de Ciudad. Rara marcha lleva apuntó don Mariano , pero en fin..., podrá ser..., podrá ser. Los jóvenes volvieron a sus sitios y se olvidaron al instante del suceso, anudando la rota y alegre conversación.

Otro mérito grande de la moderna escuela naturalista es, á mi ver, la importancia que concede á la descripción de la naturaleza, anudando de este modo el lazo entre el hombre y el mundo exterior, roto durante tanto tiempo en la literatura.

Al fin dejó de sonar el piano repentinamente. Las parejas, en virtud del impulso adquirido, dieron otros tres o cuatro saltos sin música, lo cual hizo sonreír a Marta. Antes de sentarse, las muchachas pasearon unos momentos por el salón de bracero con sus galanes, anudando alguna rota e interesante plática. El pianista recibía las gracias efusivas del pollastre del pelo por la frente.

Al proferir estas palabras se le había ido anudando la voz en la garganta, hasta que se echó a llorar perdidamente. Me costó mucho trabajo calmarla, pero al fin lo conseguí elogiando su carácter franco y sencillo y su buen corazón, y prometiendo quererla y respetarla siempre. Me hizo jurar una docena de veces que no pensaba nada malo de ella.

Aquí cesó la referida exclamación del autor, y pasó adelante, anudando el hilo de la historia, diciendo que, visto el leonero ya puesto en postura a don Quijote, y que no podía dejar de soltar al león macho, so pena de caer en la desgracia del indignado y atrevido caballero, abrió de par en par la primera jaula, donde estaba, como se ha dicho, el león, el cual pareció de grandeza extraordinaria y de espantable y fea catadura.

Anudando su corbata pensaba ya en la molestia de esa comida oficial en que durante largas horas estaría como en representación ante los invitados de su amigo y en que el deber profesional le obligaría a conversar con la principal interesada en el asunto de los bosques de Val-Clavin.

Cuando estaban juntos y se quedaban algunos instantes silenciosos con la mirada extática, bien podría apostarse doble contra sencillo a que ambos pensaban en aquello. Un día, después de larga pausa, dijo Mario repentinamente: ¿Por qué no se lo dices a tu mamá? No me atrevo. Díselo respondió la joven anudando naturalmente la tácita conversación que sus pensamientos mantenían hacía tiempo.

Al proferir estas palabras se le había ido anudando la voz en la garganta, hasta que se echó a llorar perdidamente. Me costó mucho trabajo calmarla, pero al fin lo conseguí elogiando su carácter franco y sencillo y su buen corazón, y prometiendo quererla y respetarla siempre. Me hizo jurar una docena de veces que no pensaba nada malo de ella.