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Por todas partes un diluvio de armarios y una inundación de comodidades perfectamente inútiles... Antes del sobrado, hay una gran pieza abohardillada que es el dominio de Celestina y en la que las paredes están cubiertas de imágenes sagradas; hay hasta diecinueve San Antonios en diversas actitudes y ocho San Benitos; en cambio no hay más que un Sagrado Corazón, una sola Virgen y un San José.

¿Y qué dices de nuestra Olguita? preguntó Marta, tomándome por la mano con ademán maternal. ¿Te gusta? Ahora un poco más dijo examinándome. Antes me pareció demasiado enseñorada. Sin embargo, no podía saltarte al cuello en seguida repliqué. ¿Y por qué no? repuso con una sonrisa. ¿Crees que no habría habido bastante lugar para ti? No dije, para que supiera de una vez cómo había que tratarme.

El señor Fermín vivía con el pensamiento puesto en la lúgubre noche de la invasión de los huelguistas. Para él nada había ocurrido después, que fuese importante. Le parecía estar oyendo aún el retemblar de las puertas de Marchamalo, una hora antes de amanecer, bajo los golpes furiosos de un desconocido.

Mira; Tristán y yo vamos á seguir ese camino de la izquierda, dejando á la derecha el bosque y el atajo que vas á tomar. Al caer la noche llegaremos al castillo de Monteagudo, residencia antes del conde Guillermo de Salisbury, de quien es condestable el barón de Morel que ahora habita aquel castillo. ¿Te acordarás?

La ceremonia que usan en sus casamientos es como sigue: Ningún padre dará su hija á marido, si éste no ha hecho antes alguna proeza; por eso, el que se quiere casar, sale antes á caza, y muertos cuantos animales puede, da la vuelta con un centenar de liebres, y sin hablar palabra las pone á la puerta de la mujer de quien está enamorado, y por la calidad y cantidad de la caza, juzgan los parientes si la merece por esposa.

36 Entonces mandará el sacerdote, y limpiarán la casa antes que el sacerdote entre a mirar la plaga, para que no sea contaminado todo lo que estuviere en la casa; y después el sacerdote entrará a reconocer la casa. 37 Y mirará la plaga; y si se vieren manchas en las paredes de la casa, verdosas, profundas o bermejas, las cuales parecieren más hundidas que la pared,

Había entre los cajistas de la imprenta uno casado dos años antes con una muchacha llamada Engracia, sastra, muy guapa, modosa, de dulce condición y digna de mejor trato que el que le daba su marido.

Entró Barbarita y miró alarmada a su hijo, pero antes de tomar ninguna disposición, echole una buena reprimenda porque no se recataba del crudísimo viento seco del Norte que en aquellos días reinaba. Juan entonces se puso a tiritar, dando diente con diente. El frío que le acometió fue tan intenso que las palabras de queja salían de sus labios como pulverizadas.

A lo lejos se escuchaba el sordo rodar de los coches, anunciado antes por el retemblido de los vidrios; y dominando los rumores de la calle, la voz del jesuita que decía: Qui quasi putredo consumendus sum, et quasi Vestimentum quod comeditur a tinea....

El dolor la hacía rugir, había que darla frecuentes inyecciones, y los dos acudían solícitos a su cuidado. Varias veces se tropezaron sus manos al incorporar a Enriqueta, y no los separó una repulsión instintiva; antes bien, se ayudaban con efusión fraternal.