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De esta doctrina partí yo días pasados al pedir al glorioso San Isidro que intercediese con Dios en favor de Cabezudo, que quería no cayese gota; de Animalejos, que quería cayese sólo un chaparrón; y de Barbaruelo, que quería lloviese si Dios tenía que.

En este barranco, en el cual penetramos con alegría para contemplar en un pequeño espacio el cuadro de la naturaleza libre y para huir del aburrimiento de los campos cultivados con bárbara monotonía, una multitud de animalejos de varias especies, refractarios como nosotros al exterior, penetran también buscando un refugio contra el hombre, inflexible perseguidor; desgraciadamente, el tenaz cazador los persigue hasta este retiro, á pesar de las zarzas y las raíces.

Al fin tuvo el consuelo de ver restablecido en Animalejos el santuario del bendito labrador, más grande y más hermoso que el antiguo, á juzgar por los cimientos y las ruinas que del antiguo quedaban. Hubiera sido gran dicha para Traga-santos poder colocar en él la antigua imagen; pero esta imagen había desaparecido, y fueron vanos todos los esfuerzos que hizo para dar con ella.

Mientras esto pasaba en Barbaruelo y Cabezudo, los de Animalejos, que no sabían si alegrarse ó entristecerse contemplando el aparato de lluvia que presentaba el cielo, determinaron rogar al tío Traga-santos que solicitase, por la intercesión de San Isidro, que lloviera y no lloviera, ó lo que es lo mismo, que cayese sólo una rociada de agua, que era lo único que necesitaba el campo de Animalejos.

Horrorizóse el Sirio, y preguntó el motivo de tan horribles contiendas entre animalejos tan ruines.

Hizo un signo aprobativo la condesa de Monteros, española rancia, devota y un tanto severa. Yo no qué van a inventar ya pronunció reposadamente . He visto en esas tiendas elefantes, lagartos, ranas y sapos, y hasta arañas; en fin, los animalejos más asquerosos en adornos de señoritas.

Traga-santos ideó un medio muy eficaz de reemplazarla ventajosamente. Volvió Traga-santos á Animalejos con tan preciosa imagen, y una vez colocada en la ermita con gran solemnidad, se dedicó aquel piadoso y sencillo anciano á fomentar el culto y la devoción de San Isidro.

En el regazo de doña Celestina vio una masa amoratada que hacía movimientos de rana; algo como un animal troglodítico, que se veía sorprendido en su madriguera y a la fuerza sacado a la luz y a los peligros de la vida; Bonis, en una fracción de segundo, se acordó de haber leído que algunos pobres animalejos del mar, huyendo de sus enemigos más poderosos, se resignaban a vivir escondidos bajo la arena, renunciando a la luz por salvar la vida: en prisión eterna por miedo del mundo.

Es verdad que hacía siglos no quedaba de la ermita más que un montoncillo de ruinas; pero se conservaba por tradición, así en Animalejos como en los pueblos inmediatos, la devoción al santo patrono de los labradores. Las ruinas de la ermita de San Isidro estaban en las afueras de Animalejos, en un cerrillo que dominaba toda la vega.

Por eso Catalina, al notar el creciente descrédito de sus vampiros, se veía obligada a resolver un dilema insoluble: o contratarse en barracones de tercero y cuarto orden, donde se pagaba poco a las «artistas», y exponerse por consiguiente a las diarias sobas de Raguet, o bien abandonarlo y marcharse con sus animalejos en jira por las provincias y el extranjero... Esto último hacíasele imposible.