United States or Syria ? Vote for the TOP Country of the Week !


Verdad es que para poner remedio a aquel mal era ya menester que los pacientes lo supiesen primero, condición terrible para el enamorado don Braulio, quien, atormentado por sus vagas y melancólicas imaginaciones, no advertía nada de lo que en realidad estaba pasando en torno suyo, y cuyo corazón, que tanto se angustiaba sólo con presentir la pérdida del cariño de Beatriz, parecía que no había de tener resistencia bastante para sufrir el rudo golpe de la certidumbre y la realización de su presentimiento.

Era fea: angustiaba a sus vecinas y compañeras de mercado con su tosecilla continua y molesta, pero todas la querían. ¡Criatura más trabajadora!... Horas antes de amanecer ya temblaba de frío en el huerto cogiendo fresas o cortando flores; era la primera que entraba en Valencia para ocupar su puesto en el mercado; en las noches que correspondía regar, agarraba valientemente el azadón, y con las faldas remangadas ayudaba al tío Tòfol a abrir bocas en los ribazos, por donde se derramaba el agua roja de la acequia, que la tierra sedienta y requemada engullía con un glu-glu de satisfacción, y los días que había remesa para Madrid, corría como loca por el huerto saqueando los bancales, trayendo a brazadas los claveles y rosas, que los embaladores iban colocando en cestos.

Asustó nuestra llegada al capitan, y se angustiaba vehementemente por la ruina del pueblo, no sabiendo que haria, por faltarle el bastimento y lo demas necesario para cualquier empresa. Llega un navio de España con gente á la isla de Santa Catalina, á donde van los nuestros en un barco.

Abrió el balcón del despacho de par en par. Ya había salido la luna, que parecía ir rodando sobre el tejado de enfrente. La calle estaba desierta, la noche fresca; se respiraba bien; los rayos pálidos de la luna y los soplos suaves del aire le parecieron caricias. «¡Qué cosas tan nuevas, o mejor tan antiguas, tan antiguas y tan olvidadas estaba sintiendo! Oh, para él no era nuevo, no, sentir oprimido el pecho al mirar la luna, al escuchar los silencios de la noche; así había él empezado a ponerse enfermucho, allá en los Jesuitas: pero entonces sus anhelos eran vagos y ahora no; ahora anhelaba... tampoco se atrevía a pedir claridad y precisión a sus deseos.... Pero ya no eran tristezas místicas, ansiedades de filósofo atado a un teólogo lo que le angustiaba y producía aquel dulce dolor que parecía una perezosa dilatación de las fibras más hondas...». La sonrisa de la Regenta se le presentó unida a la boca, a las mejillas, a los ojos que la dieran vida... y recordó una a una todas las veces que le había sonreído. En los libros aquello se llamaba estar enamorado platónicamente; pero él no creía en palabras. No; estaba seguro que aquello no era amor. El mundo entero, y su madre con todo el mundo, pensaban groseramente al calificar de pecaminosa aquella amistad inocente. ¡Si sabría él lo que era bueno y lo que era malo! Su madre le quería mucho, a ella se lo debía todo, ya se sabe, pero... no sabía ella sentir con suavidad, no entendía de afectos finos, sublimes... había que perdonarla. , pero él necesitaba amor más blando que el de doña Paula... más íntimo, de más fácil comunión por razón de la edad, de la educación, de los gustos...

Por doquiera cavaban los peones la tierra para destruir los huevos puestos por los insectos. Cada terrón era destripado, desmenuzándolo esmeradamente. Y al ver las mil raíces blancas, llenas de savia, que aparecían en esos destrozos de tierra fértil, el corazón se oprimía y el alma se angustiaba...

Veíase desde la mitad del paseo cómo se remontaba la popa cual si fuese a volar, hundiéndose después con una rapidez que angustiaba a muchos, produciendo en su diafragma una sensación de vacío. Corrían las gentes al balconaje para presenciar detrás de los cristales los asaltos del mar en cólera, un espectáculo extraordinario después de tantos días de bonanza.

Ella sintió crecer aquel desconsuelo que la oprimía y la angustiaba y le producía una irritación sorda, una amarga iracundia, que la llevaba a escarbar llena de saña en el basurero de su vida, buscando y enumerando las vergüenzas públicas, las inmundicias de todos conocidas, que le había tolerado, consentido y hasta aplaudido como amables pequeñeces aquel mismo Madrid que ahora le volvía la espalda, para arrojárselas a la cara, gritándole con muy buena lógica: «¿Acaso soy ahora peor que lo fui antes?... ¿Por ventura hace más fuerza en ti una calumnia anónima, levantada por pérfidos asesinos, que ese montón de lodo con que a todas horas te he salpicado el rostro?...».

Tal vez aquel toque señalaba el momento en que su marido iba a colocarse frente a la fiera. ¡Y ella allí, a pocos pasos de distancia, y sin verle!... Quería escapar para librarse de este tormento. Además, la angustiaba la sangre que corría por el patio, el tormento de aquellas pobres bestias.

3 Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de , conociste mi senda. En el camino en que andaba, me escondieron lazo. 5 Clamé a ti, oh SE